El vino
La leña
El lechazo
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Octavos, cuartos, semifinales... Partidos de fútbol huecos que no he tenido más remedio que ver, por ese compromiso secreto que uno adquirió con no sé qué clase de demonio hace casi medio siglo. Las nueve en verano no son horas de cenar, por lo que en la tranquilidad de la Demanda se empieza abriendo una cerveza, luego se parte un poco de cecina, se agradece a la santa madre con sus ochenta y siete años que prepare un plato de morcilla con cartolas y el hermano descorcha un tinto de Gumiel que quita el sentido. Las prórrogas piden pacharanes caseros con lo que todas las noches me he empiltrado con muy buen sabor de boca y un frescor exquisito que ya estoy echando de menos.
Dormir, comer, andar, vivir... Muy bien casi todo. Del fútbol de la Eurocopa, mejor que cada cual se engañe por sus ojos. Mi modesta opinión no descubre el Mediterráneo si señala a Islandia y Gales como dos equipos simpáticos a los que se empujaba con inútiles alientos sin pararse a considerar el fútbol rudimentario y sin estética que nos ofrecían. Galeses e islandeses han acarreado entusiasmo a Francia y les ha llovido una miaja de suerte hasta que se impuso la lógica de lo evidente. Entre Francia e Islandia hay un abismo futbolístico, mientras que Portugal, a pesar de su juego decadente y melancólico, ha encontrado candilazos clarividentes en ese joven Renato, que, como Schuster el año de mi mili, va a hacer de esta Eurocopa, la Eurocopa del negrito portugués.
Octavos, cuartos, semifinales... Partidos de fútbol huecos que no he tenido más remedio que ver, por ese compromiso secreto que uno adquirió con no sé qué clase de demonio hace casi medio siglo. Las nueve en verano no son horas de cenar, por lo que en la tranquilidad de la Demanda se empieza abriendo una cerveza, luego se parte un poco de cecina, se agradece a la santa madre con sus ochenta y siete años que prepare un plato de morcilla con cartolas y el hermano descorcha un tinto de Gumiel que quita el sentido. Las prórrogas piden pacharanes caseros con lo que todas las noches me he empiltrado con muy buen sabor de boca y un frescor exquisito que ya estoy echando de menos.
Dormir, comer, andar, vivir... Muy bien casi todo. Del fútbol de la Eurocopa, mejor que cada cual se engañe por sus ojos. Mi modesta opinión no descubre el Mediterráneo si señala a Islandia y Gales como dos equipos simpáticos a los que se empujaba con inútiles alientos sin pararse a considerar el fútbol rudimentario y sin estética que nos ofrecían. Galeses e islandeses han acarreado entusiasmo a Francia y les ha llovido una miaja de suerte hasta que se impuso la lógica de lo evidente. Entre Francia e Islandia hay un abismo futbolístico, mientras que Portugal, a pesar de su juego decadente y melancólico, ha encontrado candilazos clarividentes en ese joven Renato, que, como Schuster el año de mi mili, va a hacer de esta Eurocopa, la Eurocopa del negrito portugués.
¡¡Qué partidos más malos, Dios!!
Insospechada final, reconózcase. La semifinal Francia-Alemania, el único encuentro donde hubo algo de fútbol, propiciado, eso sí, por errores imperdonables en la defensa germana, mereció ser el último partido. Francia juega al engaño. Se deja dominar y nos parece débil, pero ha encontrado en Griezman al mejor intérprete del contraataque, título que siempre ha llevado otro atlético de muñeca vendada: Eugenio Leal. Alemania se sintió a gusto durante todo el primer tiempo y de la confianza llegaron los errores de un Schweinsteiger poco atento y de un Kimmich que puede que un día de estos vuelva a jugar de medio centro. Su lugar natural. Es la única tarde-noche que he disfrutado con el fútbol en la Demanda, y cuando la cosa se ponía perfecta, tengo que volver al “calor omeya”. A ese tiempo de galbana que tan cuesta arriba se nos hace a las “gentes” de Castilla.
¡Ah, Portugal! Portugal va pasando eliminatorias con más pena que gloria. Creo que gracias han de dar sus aficionados al mencionado Renato, un benjamín bendecido como aquel José de la casa de Jacob, y traigo la comparanza aprovechando los desvaríos que he escuchado por la radio en el viaje de Burgos a Córdoba de un señor que mezclando la negritud de Obama con el nazismo judío me ha parecido mucho más racista que comunista.
De todos modos, el título huele a francés y sorpresas ya hemos tenido demasiadas.