Hughes
Abc
Irene Lozano abandona la vida política. ¿Qué importancia real tiene esto? Esperemos que ninguna, pero forma parte de la conversación. Al irse agradeció a Pedro Sánchez «devolvernos la esperanza de realizarnos como el país progresista que somos». País progresista. La trayectoria de Lozano es una sucesión de saltos estrepitosos: de las letras al periodismo, o viceversa, del periodismo a la política, de un sector de UPyD a otro, y de UPyD al PSOE, del que huye, cuando la nave zozobra, hacia «proyectos personales». Lo otro eran proyectos colectivos. «A mí lo que me importa es España», dijo una vez. Para la «hispanalgia» podrían tomarse un ibuprofeno. No hace falta ser augur romano para intuir en la figura de Irene Lozano saltando de algo un preludio de cadaverina.
Empezó con la «regeneración» contra el Bi-Parti, pasó al «cambio» y acaba con el «progresismo», reconociendo con ese término clásico una cierta derrota. El arco completo de la fraseología actual, un vacío engañabobos. Lozano se ha ido siguiendo su instinto, lo mismo que Carme Chacón, que vuelve a dar un pasito a un lado a la espera de un PSOE digno de ella. Es un melindre fabuloso, de probable solterona de la política. Ya se fue a Miami a esperar su momento. Iceta, con linfática maldad, deslizó «problemas de salud», y Sánchez habló de «motivos personales», pero no, son solo políticos.
La FSM es un irrelevante lío, el PSC un menguante carajal, y el PSOE va camino de otro «resultado histórico». Sánchez, cuyo proyecto es tan seductor como el escaparate de una tienda de ortopedia, tiene la caducidad cumplida de un yogur. En Ferraz se espera el «sorpasso» como un huracán. Refuerzan las ventanas, apilan en el sótano las latas de atún. Las otras atrabiliarias apuestas de Sánchez fueron Batet y Zaida Cantera. ¿Qué será de ellas? ¿Volverá Madina? Son unas listas en las que hay prisa por no estar, tan democráticas como una partida de mus.
Se ha visto estos días que, entre los ciudadanos y las instituciones, los partidos están como instrumento y también como problema. Los consideramos algo temible, dado e inevitable. Por eso estamos ustedes y yo, ahora mismo, hablando de Irene Lozano.