Francisco Javier Gómez Izquierdo
El actual C. D. Lugo es una creación del entrenador Quique Setién, de quien por fin alguien se da cuenta de que vale para entrenar en Primera. Quique Setién fue futbolista notable que pensaba en sobresaliente y al que sus entrenadores, excepto el recientemente fallecido Nando Yosu, su maestro y mentor que le educó en el centrocampismo y sentó de secretario particular en el banquillo, yo creo que le tenían tanto respeto que le dejaban hacer lo que quisiera con el balón. Encima, el tío hablaba del ajedrez en un idioma solo comprensible para mentes privilegiadas. Sus entrenadores lo veían inteligente y discreto, pero como cada dos o tres meses le salía un arrebato dialéctico cargado de razón en el entrenamiento, siempre estaban en preventiva y con desconfianza sobre lo que escondía la cabeza de Setién.
Jugó mucho bien, y cuando se retiró se metió a técnico. Bendecido por Yosu en Santander, se aventuró por El Ejido y la Guinea, donde su carácter era imposible que encajara. Hace siete años cogió al Lugo en 2ª B. Moldeó dos columnas a su gusto -Manu y Pita- que dieran prestancia y serenaran el entusiasmo que sus conocimientos generaron en la ciudad, y al tercer año ascendió. Asentó al club en Segunda y dejó la plantilla en manos de Luis Milla. Hace un mes Milla dimitió, que no le echaron, y uno sospecha que Quique Setién se despidió de Lugo porque su privilegiada inteligencia detectó a tiempo los delirios de grandeza con los que suelen enredar los advenedizos en clubes que siempre han sido de una modestia ejemplar.
Manu y Pita ahí siguen, siendo titulares en un equipo al que los bautizadores de hogaño llamarían solidario. Manu, salvando las distancias, es un Gordillo adaptado, y Pita, un medio centro que suple con inteligencia sus evidentes carencias. Entre los dos, y el pequeñito Pereira, con ese eterno aire entre desvalido y picaresco, nos han ganado en 45 minutos. Seoane es otro que también empezó la aventura de Setién en Lugo y al que se le pide sacrificio y mucho estorbar, mientras Iriome aporta la técnica que se precisa hasta en las más obtusas escuadras; Caballero es el delantero centro, inquietante más por su tosquedad que por sus habilidades, y... en fin, el equipo es uno más de Segunda al que el Córdoba tenía obligación de ganar, pero al entrenador Oltra, al que calé nada más ser contratado por el gratuito gesto de presentarse esa misma tarde en un partido de cadetes, le ha dado por renovar su repertorio de técnico inventando la defensa de tres con tres jugadores ya de edad y de una rigidez tan evidente que sorprende la ceguera del míster.
El sistema defensivo de tres lo ha practicado muy bien ésta temporada el gran Carlos Terrazas, otro estudioso del fútbol como Setién, en un Mirandés que se ha destrozado en enero con la venta del negrito Junior y la desgraciada lesión de Néstor Salinas, contratiempos que están pagando muy caro mis paisanos. El entrenador Oltra, que ya habla al cordobesismo con disimulada soberbia de sus profundos conocimientos tácticos, ha copiado “la variante táctica” y parece no haberla explicado convincentemente a sus jugadores, circunstancia que fue aprovechada durante la primera parte por el conjunto lucense, que si bien carece de la calidad técnica de los jugadores cordobeses, mejora sus prestaciones recogiendo aplicadamente las inteligentes instrucciones de los capitanes que han ido mandando en un club al que no le conviene mirar hacia donde no debe. Sobre todo ese Toni Otero que cree que sin él no habría fútbol en Lugo.
1-2 en El Arcángel, “nuestro reino”, que ya es el reino de todo aquél que quiera conquistar puntos de tres en tres. Lo que desmoraliza no es perder, si no la sensación de que como en tiempos de Fernando III, hay un Colodro que abre la puerta de la muralla sin avisar y sin que nadie se entere.