domingo, 13 de diciembre de 2015

Por la abolición del art. 76 del Reg. de la FEF




Francisco Javier Gómez Izquierdo

 
       La norma que ha eliminado al R. Madrid de la Copa lleva años pidiendo su modificación y no sustancialmente por excesiva y desproporcionada, sino por ser susceptible de servir de coartada a mentes tramposas y filibusteras que tirando de artículo 76 pueden cometer a sabiendas un tremendo desaguisado con bendiciones legales. Tal posibilidad la insinuó mi presidente Murillo poco antes del partido del Córdoba contra el o la Llagostera, que no está claro el sexo de nuestro rival de ayer,  al que tengo aleccionado sobre unas prácticas gaditanas en los años ochenta en el mundo federativo del fútbol español dirigidas por un tal Ramón Irigoyen y que siempre le salían estupendamente. Por entonces era servidor abonado del Osasuna, con el presidente -Fermín Ezcurra- más formal que uno haya conocido, y me llevaban los demonios ante una desfachatez que se tenía por ingeniosa y a la que el periodismo servil llamaban “arte”.

       Con los años conocí a los gaditanos y ya nada me extraña de sus ocurrencias, pero no crean ustedes que todas las suyas hacen gracia, pues hace siete años y como aficionado cordobesista volví a tener las mismas sensaciones que hace treinta en Pamplona y el asunto fue como sigue:
      en el último partido de liga de la 2007/08 quedaba un puesto de descenso para el Cádiz ó el Córdoba. Si ambos perdían, descendían los dos. El Córdoba empató en San Sebastián, pero recuerdo que la tele estaba atentísima en Alicante donde el Cádiz se la jugaba ante el Hércules. No recuerdo el motivo, pero el partido no empezó a la misma hora que el resto y cuando ya se habían consumido los 90 minutos en todos los campos de Segunda, en el Rico Pérez y con empate a uno en el marcador faltaban más de diez. Un gol del Cádiz mandaba al Córdoba a 2ª. El árbitro añadió además cinco minutos al ya de por sí excesivo retraso y en el 95 un defensa alicantino dio sin explicación con la mano al balón y...  penalty y desolación en Córdoba.

    Dani, aquel delantero perillán e indisciplinado que salió del Betis, se dirigió a Sanzol, portero del Hércules, casi de rodillas pidiéndole misericordia y que se dejara colar el gol. Sanzol estuvo en su sitio y nunca se sabrá si pudo hacer más, pero el caso es que Abraham Paz, capitán de los gaditanos, lanzó la pelota al poste y allí acabó el partido y la esperanza amarilla.

    ¿Se acabó la esperanza amarilla? El Cádiz no hubiera sido el Cádiz si hubiera desaprovechado la débil sospecha de un descuido que pudo ser fatal. El Hércules, que no se jugaba nada, alineó un juvenil llamado Kiko Femenía que precisamente ayer marcó el gol del Alavés contra el Alcorcón. Argumentó el Cádiz que se había incurrido en alineación indebida del tal Kiko en vez de agradecer el favor de debilitar el once en perjuicio de terceros. No tuvo en cuenta tampoco el Cádiz el escandaloso regalo del penalty innecesario que para los cordobesistas queda y hasta se atrevió a solicitar más de tres millones de euros a los últimos tribunales por el perjuicio sufrido por un descenso ¿inmerecido?

      En el Cádiz tiene hoy mano un tal Quique Pina que es así mismo propietario del Granada. Imaginen ustedes que en aquel junio del 2008, en vez de con el Hércules, el Cádiz se la juega con el Granada y la sal gaditana ingenia que el Granada alinee a un jugador sancionado, para de todas todas ganar un partido decisivo. Es posible que ante caso tan escandaloso el reglamento se hubiera cambiado, pero la denuncia porque jugara Kiko Femenía tendría que haber avisado ya a los legisladores y sobre todo a las directivas ignorantes de amenaza tan legal.

     Dice mi presidente Murillo que el art. 76 se arreglaba con que los árbitros llevaran a sus partidos el nombre de los jugadores que no pueden ser alineados. A mí me parece simplísima solución.

 Incluso demasiado facilona.