Abc
Al séptimo año hemos sabido por qué Cristiano eligió Madrid: el oso del oso y el madroño, tótem municipal en la Puerta del Sol.
–Echo de menos a Ancelotti porque es como un gran oso –ha dicho Cristiano para atizar la nostalgia del “administrador de egos” que nos dejó, un “principone” de “il dolce far niente” que anda por ahí como la chica de la curva, apareciéndose a todo el que pasa para susurrarle que quiere volver al Madrid, pero sólo si Flóper se va, con la prensa paseándolo por los pueblos como los barraqueros búlgaros paseaban a sus osos danzones.
Y añade Cristiano: “Se lo pasó bien con nosotros”.
Ésa fue la idea: en lo que Ancelotti se lo pasaba bien con sus jugadores, Luis Enrique (¡Luis Enrique!) sufrió con los suyos (incluso le despidieron a Zubizarreta) hasta llevarse otro triplete de los que el Madrid todavía no ha olido.
Ancelotti, que ahora está en el Canadá pescando salmones como un oso, se nos marcha al Bayern.
Camba marchó a Alemania como corresponsal para encontrarse allí con el oso alemán, muy serio, muy sucio, muy grosero y muy grave (¡osos “mal lechés”!). Se imaginaba los cafés llenos de osos leyendo, con unas gafas sujetas a las orejas, las páginas góticas del “Berliner Tageblatt”.
–Los bailes de Berlín yo me los imaginaba poblados de osos que danzaban pesadamente estrujando entre sus brazos las mórbidas carnes de las alemanas.
Pero ni osos “lechés” ni leches, y para leer, en vez del “Berliner Tageblatt”, el “Bear Magazine”.
Para el gran Tolstoi, Dios era el otro oso del bosque (¡no Del Bosque!), al que había que hacer frente, con el que había que luchar. Para Cristiano, que no ha conocido, ay, a Del Bosque, su otro oso es Ancelotti, cuando el oso a batir era Messi, con su algo de osezno mal lamido, que nos ha comido toda la miel, el osito que se comió a Fabila, que era Cristiano.
Pensábamos haberlo visto todo en una semana cuando el belga Vermaelen declaró que Luis Enrique es el doble de Arsène Wenger, pero entonces salió Cristiano con su revelación definitiva, la de Ancelotti como oso.
Nuestra literatura barroca está poblada de osos, y reina en ella la imagen del “ursus latens”, una especie de Bear Grylls que se sustenta sólo de lamerse la pata en signo de humildad, ya que el humilde permanece escondido, idea que les vino a los antiguos de observar desde detrás de un árbol a los osos: Eliano, carente de perspectiva, creyó que, durante sus letargos de diez semanas (más o menos los que duran los de Cristiano), el oso se sustentaba de lamerse sólo el pie derecho, pero Plinio, subido a un palé, observó que se lamía los dos pies delanteros para alimentarse “con el sudor recogido de sus patas”.
Contra el Malmoe, sin embargo, los cronistas volvieron a ver en Cristiano al feroz Aquiles, adoctrinado por el centauro Quirón, que sería Benítez, alimentado con médula de oso.
Yo creo que ese oso de Cristiano es como la cajita de música de Manuel Machado, con su sien apoyada en ella, escuchando, calladito, encantado, al dulce soniquete.
–¿Todos tenemos el oído pendiente de una canción lejana que el ruido de nuestros propios pasos no nos deja oír exactamente? ¿Será, Dios mío, una misma canción? ¿La nana dulce del pobre niño que todo hombre lleva dentro martirizado por el hombre que lleva fuera?
¡Si hubiéramos sabido que el amor (de Cristiano) era eso!
EL HÁBITO Y EL MONJE
No es que tengan que vestir de luto salmantino para enterrar al Madrid en la Copa del Rey, pero tampoco que se presenten de leñadores canadienses (vaqueros y mangas de camisa de cuadros) como a una cheka, con tomos del Aranzadi tirados en la mesa como si fueran latas de bonito en escabeche. O sea, los chicos del TAD, licenciados en Derecho (cosa, miren por dónde, que nunca consiguió Pepiño Blanco, con lo que mandó) nombrados por ese Cardenal culé, chico de un fiscal de Aznar, que preside el CSD. Siete tiorros sin piedad con un Artículo 76 a modo de tranca para despachar la administración del Deporte español. ¿No cobran? ¿No comen? ¿No descansan? ¿Sudan? ¿Son campechanos o sólo de Podemos? ¿Y la dignidad del cargo?
No es que tengan que vestir de luto salmantino para enterrar al Madrid en la Copa del Rey, pero tampoco que se presenten de leñadores canadienses (vaqueros y mangas de camisa de cuadros) como a una cheka, con tomos del Aranzadi tirados en la mesa como si fueran latas de bonito en escabeche. O sea, los chicos del TAD, licenciados en Derecho (cosa, miren por dónde, que nunca consiguió Pepiño Blanco, con lo que mandó) nombrados por ese Cardenal culé, chico de un fiscal de Aznar, que preside el CSD. Siete tiorros sin piedad con un Artículo 76 a modo de tranca para despachar la administración del Deporte español. ¿No cobran? ¿No comen? ¿No descansan? ¿Sudan? ¿Son campechanos o sólo de Podemos? ¿Y la dignidad del cargo?