Erre que erre
Bolos y bolas
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando los comunistas de Tsipras creían que, agitando el espantajo nazi, podrían pegarles otro mangazo a los alemanes, apareció Christine Lagarde, el látigo francés del FMI (“hola, soy la jefa de los criminales”), y dijo estar dispuesta a seguir hablando, “pero, por favor, con adultos en la sala”. Y ahí se acabó la fanfarria griega.
¡Adultos en la sala! ¿Cómo no encariñarse con Errejón, el doctor con carita de niño lotero de San Ildefonso?
–Estamos fundando un pueblo –tuiteó en traje de Eneas con el subidón electoral–. Hay un futuro para nuestra patria, plurinacional, popular y democrática.
Esta cháchara argentina, desde luego, no es de Gramsci, al que Errejón no ha leído ni en resúmenes de “El Viejo Topo”, sino de Ernesto Laclau (¡la importancia de llamarse Ernesto!), quien aspiraba a ser una mezcla de Gramsci y de Valdano y le salió una logorrea cruzada de Cappa… y Errejón en que ninguna palabra significa nada, ¿pues qué, si no, es eso de querer hacer de España un “Estado plurinacional”, como si esto fuera la “República Plurinacional de Bolivia”?
–El peronismo me hizo entender a Gramsci –reza el único pensamiento serio de Laclau, que cautivó a nuestro Errejón, que ya se veía en el espejo con Rita (“¡Arderéis como en el treinta y seis!”) de Evita, y él, de general Perón, es decir, el que pone las peras (“¡Me merezco unas peras más grandes!”, dijo un socialista para justificar su divorcio) al cuarto.
Como ideólogo de la hegemonía peronista en España, Errejón, en vez de comprarse una llama boliviana como la de Chencho Arias para llevar a Rita de capilla en capilla (como los caballistas, de caseta en caseta, por la Feria de Sevilla), se pone a fundar pueblos “plurinacionales, populares y democráticos” en que no haya que devolver las becas negras.
No sé de ningún votante de Errejón que trabaje con una radial en la mano. Todos los que conozco constituyen clases pasivas: estudiantes... o esnobs del Arte y la Cultura para pillar bolos (y bolas).