Los aviones de Julio Rodríguez
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando se iba a conquistar el Perú, la cosa tenía un fin. Había una portería donde meter el “gol”. Pero ahora que se lucha, dicen, por la “civilización”, ¿dónde se mete el “gol”?
Es lo que pensaba el Séneca mientras ojeaba lo del “paralelo 38”, una rayita de tinta china que pasaba por Corea… y por Murcia, donde lo que hacían a diario (pasar el paralelo) los autobuses que iban de Murcia a Granada es lo que hicieron un día las tropas.
A España, por su historia, le pasa lo que al Madrid, que todo el mundo le pide “gol”, y no tiene. ¿Por qué creen ustedes que Mariano (¡si Cánovas levantara la cabeza!) se mete a comentar la Champions?
Igual que Francia nos envió a Benzemá, la idea de Mariano sería darle a Hollande, que pide como un pobre oracionero en Jesús de Medinaceli, a nuestro único "goleador", Julio Rodríguez, pero Rodríguez ha hecho la cobra y se ha pasado a Podemos, donde si van de masones es por meter miedo, porque a mí, en el negocio de la guerra, me parecen cristianos majos de los de poner el cepillo… y la otra mejilla, es decir, lo de Patton (“Ningún bastardo ganó jamás una guerra muriendo por su patria; la ganó haciendo que otros bastardos murieran por la suya”), pero al revés.
En el zapaterismo, Julio Rodríguez jugó a Pompeyo contra los piratas en Somalia, a Wellington contra los controladores en Barajas y a Barón Rojo contra Gadafi en Libia, cuyas “jaimas” bombardeó sólo porque el cursi de Bernard-Henri Lévy, de “finde” en Trípoli, encontró una mosca en el té, y en vez de llamar al camarero telefoneó con su “iPhone” de joven filósofo a su amigo Sarkozy, que mandó a los aviones de Rodríguez para que dejaran el campamento del Che árabe como un jodido aparcamiento.
Veterano de África (¡“Pichichi” de la guerra libia!) y del palco del Madrid, como Millán Astray, el “goleador” de España abraza la justicia social. También como Millán Astray, que colocó de porteros de finca a sus mutilados.
España, hoy, puede dar “selfies”, pero no “goles”.