sábado, 31 de octubre de 2015

Te quiero, Justin


Tadzio


Hughes
Abc

Pablo Iglesias ha dicho que ve en Évole al perfecto presidente de la república. Yo en política soy como un Lucas Vázquez al que dan unos minutillos (¡tapa la banda, Luquitas!), pero es que esto te deja sin palabras. Los analistas se ponen serios y hablan de Hitler, que para el analista es un poco como las rosas para Ronsard, pero qué se dice después de esto. Si por lo menos hubiera escogido a Jordi Hurtado... Luego está el concurso de imitadores de Victoria Prego en las tertulias, todos con el consenso. Iglesias propuso uno, Rivera otro (¡para que se cumpla el art. 1!). «Ahora uno por la Sanidad y otro por la Educación», pidió alguien. Pero entonces, ¿qué queda para votar? Falta un pacto de Estado para que siga Bertín.

Consensuando y con el «cup d’etat» en registro de entrada (la respuesta podría durar lo que una licencia de apertura), la visita de Justin Bieber ha sido refrescante como un morreo con pictolines.

Es un niño prodigio que se ha ido haciendo hombre en Instagram, que es donde se hace eso ahora. Un Tadzio en chándal preparado para mandar sobre la música negra, la latina y el reinado de formas de Beyoncé. Conserva un desafío melancólico, un desdén infantil y el dandismo del bostezo. Aquí somos más de One Direction (la coreografía sonriente del pacto) y le han puesto a parir por no ser simpático, como si los ídolos lo necesitaran. Cuando plantó a Dani Mateo yo supe que no me equivocaba al ser belieber.

Encima nos llenó la calle de fans, fans por fin y no pelmazos. Se tapaban la boquita al reír (las únicas que aún tienen pudor) cuando cantaban el «What do you mean, when you nod your head yes, but you wanna say no».