domingo, 12 de julio de 2015

El avión





Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Para mandar a parar un avión hay que ser muy vanidoso y, siendo quasimódicamnte bajito, dar por sentado que se tiene mucho poder.

    Yo eso sólo se lo había visto a hacer a un director, que también era bajito, pero con el avión de llevar los periódicos a Barcelona, y todo porque en primera edición no aparecía el poema enviado por Gimferrer para celebrar que lo habían hecho académico.

    –¿Y el poema de Pere (él decía “Pera”)? ¿Dónde está el poema de Pere? ¡Que paren el Aviocar! –bramaba aquel hombre, con los becarios de noche temblando como hojas.

    La noticia dice que Pablemos, que como buen español bajito se pone una gorra de plato y se cree Franco dirigiendo la batalla del Ebro, pidió a Iberia en Bruselas, no se sabe si cabreado por la cobra que le gastó Tsipras (“Ten por seguro, Alexix…”), que retrasara un vuelo a todos los pasajeros para no tener que esperar él, ¡Pablemos!, al siguiente.

    Apuesto corderos contra pajaritos a que antes de que el verano termine ese hombrecillo se habrá subido al yate “Azor”, como Gonzalón, pues tanta vanidad y tantas faltas de ortografía revelan un carácter que responde al título de una comedia de Arniches: “¡Mecachis, qué guapo soy!”
    
Gonzalón llevó a La Moncloa en su primer gobierno a un ministro de Agricultura que era de Fuentesaúco y que tenía tanto miedo al avión que viajaba a Bruselas en el Tren de la Fresa, de los que llevan el retraso incorporado, y así no se obliga a nadie a esperar por uno.

    Pero lo más parecido a esta chulería de Pablemos sería la de los diputados catalanes que el 13 de octubre de 1931 solicitaron dos aviones para volar a Madrid como de costumbre. Con los aviones esperándolos, alguien cayó en que era martes, ¡martes y 13!, y resolvieron tomar el tren, haciéndose cargo el Congreso de las ocho mil pesetas del envío de los aeroplanos.

    Nada de esto sucedería si el gobierno, con su política “austericida”, no hubiera recortado el narcisismo de la lista de trastornos psicológicos.