Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En el periodismo de mucho progreso no hay una sola Vicky Beckham (¡un “espíritu valiente”!) que haga ver a su Manuela que, con los votos que ha tenido, en una democracia no sería alcaldesa.
En el juego de la democracia gana el primero, y si ella, siendo segunda, va a ser primera, lo será por el juego de la partidocracia, que eso sí nos lo trajo su partido con el nombre de “libertáes”, o sea, la socialdemocracia.
La socialdemocracia, donde la apariencia se impone a la realidad, no concibe la crítica, y esto donde mejor se ve es en los toros.
Lo que fueron los toros lo cuenta muy bien Pemán en un artículo sobre la “ley seca” en las plazas que el 68 decretó en respuesta al mayo francés.
Primero, todo el poder fue del público: democracia inorgánica. Luego, del presidente: dictadura. Después del torero, que con quitarse la montera hacía que el presidente cambiara el tercio como si un árbitro pitara un córner porque un futbolista le hace una seña: tecnocracia.
Y ahora, ay, impera la socialdemocracia, o guateque del “como si” (de Vaihinger). De la partidocracia como si fuera democracia al destoreo como si fuera toreo. Y al que chista lo muelen a palos sus vecinos. “¡Baja tú!” “¡Las protestas al final!” Y así. Es lo que la TV les dice que digan, mientras los toreros les escamotean lo fundamental (verónicas, naturales, obligados) a cambio de lo superficial, como chicuelas, invertidos y manoletinas, que Gerardo Diego quería que se dijera manoleras (y dicho por Luis Miguel, un “lance bufo”).
Manoleras en Las Ventas y el manuelismo municipal entrando en Cibeles, justo donde los camilleros, ante los tiros de la sanjurjada, abandonaron, oh, justicia poética, al faquir Daja Tarto, sacado moribundo del zulo de la plaza (se hacía enterrar en la arena durante la faena, y un torero torpe se alargó más de la cuenta).
Para un pueblo que nunca conoció la libertad política, la plaza de toros fue siempre su “Speakers’ Corner”. Bueno, pues con la socialdemocracia, ni eso.