Fortes hacia su destino
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Fortes, el torero ensartado por el cuello en Las Ventas cuando lo único que quería era abrir la Puerta Grande.
A este Fortes le dijo Ponce una tarde en Bilbao:
–A cojones, gana siempre el de negro.
Esta vez el de negro era “colorao”, un “a más a más” (eso dice la propaganda del programa de mano) de Salvador Domecq, la misma casa del “a más a más” que en esta plaza atropelló al Fenómeno de Galapagar en su Tercera Venida, con lo que los “salvadores” terminarán por meter aquí más miedo que los “cebadas”, toros que no te dirigen la palabra: con ningún toro cree Fandiño haber pasado más miedo que con el "cebada" de su Domingo de Ramos.
La de Fortes (Cocteau: “Por la boca de tu herida abierta de par en par”) ha sido como la de Aparicio (otra vez Cocteau: “Por la cueva donde despierta sobresaltado el gitano de tu herida”): de ninguna de las dos cornadas, un visto y no visto, se entera nadie en la plaza. De Aparicio supimos porque David Pirri, el primero en llegar, y que había sufrido una igual, se puso blanco. Y de Fortes lo que quedó fue la toalla y el juego de estoques de su mozo de espadas abandonado en la arena. Luego, con estas impresiones, los revisteros, que se deben a su público, rompen a cantar por gregoriano, sin que la realidad les estropee el canto.
Fortes se disponía a abrir la Puerta Grande luego de que un público de jueves de puente le bendijera la portagayola y unas bernardinas con una oreja ante la mirada muerta de los viejos saurios solaneros (de sol, no de Solana) en el falso Nilo de la Feria.
El público de la plaza (volvemos al Cocteau de mayo) es injusto, porque, en la tríada del toreo (torero, toro y público) es el que tiene el papel más feroz.
–Ocurre a veces que algunos toreros, ante la indiferencia del respetable, desafíen a este público que, sin darse cuenta, los empuja hacia el drama.
Nada como los toros para entender la sociedad y su tiempo. Por eso hay que ir a los toros y no dejar, nunca, que te los cuenten.