domingo, 31 de mayo de 2015

Domingo, 31 de mayo

Valle de Esteban
Y se llevan a mayo florido y hermoso

"Y sabed que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo"

DOMINGO, 31 DE MAYO

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

-Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Mateo 28,16-20

sábado, 30 de mayo de 2015

Castelo

Arrodillados (unos más que otros) ante Alaska en el ABC de Serrano
De izquierda a derecha, en pie:
Loles León, Jorge Berlanga, Emma Suárez, Castelo,
Ruiz Quintano, Joaquín Albaicín,
Beatriz Cortázar, Rossy de Palma y Mena, el único genio de la reunión;
agachados: Guillermo Fésser y Javier de Juan

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    A Castelo sólo le haría justicia una necrológica del más grande de los funebristas de esta Casa (y del periodismo español), que fue Ruano, pues sólo con eso sabría uno despedir ahora la época que se lleva con él.

    A Castelo lo conocí en la primavera del 79, y me pareció, corpachón y perilla, el Menéndez Pelayo del Huecograbado, en la calle de Serrano, que venía a ser como el parque del Retiro del periodismo donde don Marcelino pegó aquel brindis que hizo temblar el misterio.
  
Castelo era un extremeño tonante, aunque él decía que, para tonante, en ABC, Juan Ignacio Luca de Tena.
  
Castelo era poeta, y, sin embargo, llevaba la mejor escuela de periodismo del ABC, su sección de Huecograbado, con aquellos pies de foto (¡la actualidad!) que en el mundillo (ese mundillo que hoy es de pies para qué os quiero) tenían rango de epígrafes.
  
En aquella redacción estaba Moisés Pérez Coterillo, fundador de “Pipirijaina”, que escribía en mangas de camisa, chaleco y corbata los pies, y Tomás Herrero, que en mangas de camisa, chaleco y corbata los confeccionaba con rayas de lápiz de cera roja y azul.

    Yo, que estudiaba en la Complutense, donde los profesores de periodismo sólo te enseñaban a comprar los librillos de Abraham Moles (un sociólogo que a la confección llamaba diseño), veía trabajar a Herrero y Coterillo, con Castelo, al fondo, dando voces, y llegaba a la conclusión de que Moles era otro impostor, así que tiré sus librillos y ya sólo quise escribir en ABC.

    En ABC, alrededor de Castelo, que también llevaba a punta de capote las colaboraciones literarias, las tardes se iban en hablar de Juan Ignacio o de Foxá, de Pemán o de Don Juan, de Trujillo o de La Habana, de la Monarquía, de la Academia o de Rafael de León.
  
Pero de eso hace hoy lo menos treinta y seis años, y Castelo ya no está. Cómo no vamos echar de menos (lo digo con Ruano) aquellas atardecidas con Castelo, si incluso ahora que se ha muerto, y no se mueve, parece que va a hablar.

La de Domecq. Otra oreja (sesenta minutejos) a Luque por hacer guardia a un juampedro

LOS TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA

 El último helicóptero en salir de Saigón,
 antes de que la Abuela Manuela nos deje sin Feria

José Ramón Márquez

La cosa presidencial en Madrid este año es  de risa o de pena mora. Mientras seguimos a la espera de la ansiada dimisión del Presidente señor don Javier Cano Seijo por manifiesto incumplimiento de lo reglamentado en la ilegal vuelta al ruedo que decretó para el toro Jabatillo, galardón que debe ser solicitado por el público y que él metió de recuelo entre el primer y el segundo pañuelos blancos y orejeros,  hoy llega don Trinidad López Pastor a dar una nueva vuelta de tuerca contra Las Ventas sacando el moquero a una mediana petición, tras una estocada haciendo guardia y dos descabellos. Ni los más viejos del lugar recordaban haber visto el galardón de la oreja a una “faena” rematada con una estocada que atraviesa al toro y le sale por la barriga. Don Trinidad debería, cuando menos, explicarse.

Al final, después de tanto juampedreo de recuelo como llevamos en la Feria, llegó lo inexorable: los juampedros de verdad, los de la divisa encarnada y blanca, los del hierro de la uve del señor Duque de Veragua. Juampedros de alcurnia para dar por fin la razón al programa oficial, página 18, donde dice que éste es toro que se arranca de largo, con fijeza y con alegría. Así fue y así hay que reconocerlo. Don Juan Pedro Domecq Morenés mandó a Madrid una corrida a la que el único pero que se la puede poner es la debilidad del primero y la escasa presencia de un par de toros, pero que cumplió en el primer tercio en sus encuentros con los del kevlar, cumplió en el segundo tercio con los de la bipedestación y llegó al tercio de muerte regalando embestidas para quien supiese o quisiese aprovecharlas. Buena corrida la de la juampedritis en Madrid, mucha leña (leña de fundas) para lo que es este encaste y grata sorpresa para quien acuda a la Plaza sin prejuicios.

Lo de los juampedros de Juampedro viene, una vez más, a dar la razón a los que pensamos que sólo Juampedro domina su ganadería. Cuando un constructor o un industrial venido a más se pone a juampedrear, más pronto o más tarde la cosa se le acaba yendo de las manos. No falla. Estos, por el contrario, controlan su ganadería y consiguen que se mantenga a flote en el registro del toro que a ellos les ha dado por criar sin significativas oscilaciones, y es así desde hace la retorta de años. En ese sentido se debe reconocer que, aunque la orientación de esta familia respecto al toro no sea ni mucho menos la que a uno le vuelve loco, si que han sabido mantener siempre a buena altura sus principios y su visión. No sabemos qué habría pasado si en vez de andar a la búsqueda del “toro artista”, en definición de Domecq Solís, hubiesen tomado desde el principio la opción de criar el toro encastado y poderoso, pero mucho me temo que también lo habrían conseguido.
Con los de la uve y la corona se anunciaron Juan Serrano “Finito de Córdoba”, Alejandro Talavante y Daniel Luque.

De Juan Serrano poco hay que decir. Bueno, hay que decir que hace falta muchísimo valor para presentarse en un Plaza de toros con el vestido que se mercó el de Sabadell, terno entre la ópera y la opereta. Luego, lo de siempre, como una jaculatoria, sobre lo bueno que era de novillero, lo de la tremenda cornada, lo de su poco valor frente al toro -el valor para lo del vestido es de otra condición-, lo del gusto que atesora… Lo de siempre, vamos, para decir que no quiere ni ver al toro, que tiene aleccionados a los de la puya para que hagan fracking en la espalda de los toros, que arranca los oles de la multitud con pases que se dan andando o con pases de adorno, y que siempre se espera de él una verónica o media, o un cuarto y mitad, o un cuarto que generalmente nunca llegan. Así anduvo el Fino, como siempre, con la novedad de que hoy se medio insolentó con algunos del tendido 7 que le increpaban, en uso de su sacrosanto derecho a decir lo que les venga en la gana. En vez de preguntarse por qué le decían que se cruzase y que rematase el pase atrás a la malva bendita llamada Delineante, número 152, en vez de asumir la falta de interés de su perfileo, de su ventaja, aceptar la crítica y tratar de hacer las cosas con arreglo a las normas del arte, el tío se descara con los que sufragan su presencia en la Plaza. La descerebrada actitud del Fino es como si ves al frutero que te echa una pera medio podrida y se lo dices y el tío encima se enfada contigo. A saber lo que le dirá su apoderado, bien conocido por su odio al aficionado, en las sobremesas. En su segundo presentó la cara más anodina de sí mismo y desde el momento que tomó la muleta ya se veía que su objetivo a medio plazo era el de ver al toro tirado en la arena y a don José Luis Hiruela, hondero e hijo de hondero, preparándole para ser arrastrado. De nuevo la nada, pero por resaltar algo señalemos su manera ortodoxa de agarrar la muleta por el centro del palillo.
Con Alejandro Talavante siempre hay una incertidumbre y una certeza. La certeza es la del apoyo incondicional que ha de recibir de la colonia extremeña que en cada caso pueble la Plaza: la incertidumbre es la del estilo que presentará esa tarde. Talavante es el camaleón, el torero que se parece a todos, el hombre de la multitud borgiano, el torero sin tauromaquia que se apropia de todas las que le rodean, que absorbe estilos como una esponja absorbe el agua. Hoy en su primero se puso a favor de la corriente imperante, del mainstream, y fundamentó su labor en los consabidos principios: no te cruzarás, al toro lejos echarás, con el pico citarás y si el toro se mueve y se mueve, tú triunfarás. Decir que desaprovechó las condiciones del toro es de justicia, y decir que la gente, a medida que la faena avanza, se va desentendiendo de él es la verdad. Por eso es faena a menos. No por el toreo, que no ha existido, sino porque hasta los más indocumentados se dan cuenta de que el torero sólo pone en el ruedo humo de hojarasca, denso humo. Muy por debajo de las condiciones del toro. En su segundo, cambio total de registro. Inicio de rodillas frente al 6 rematado por  una espeluznante arrucina que golpea a la Plaza como un jab de Tyson. Con el torero algo acelerado prosigue la faena -en realidad no hay faena como tal, sino una sucesión de pases-, consiguiendo dos naturales y uno de pecho de los de verdad, ¡por fin! el torero se queda y aguanta el tipo. Luego, otro pase cambiado en medio de una serie y otra nueva algarabía de adrenalina y entre medias muchos pases dados de cualquier manera. Lo mejor de su labor fue el optar por salirse del adocenamiento de  los caminos trillados de todos los días, construir un trasteo cubista y conseguir meter el susto en el cuerpo del respetable. Mal a espadas, dio una clamorosa vuelta al ruedo.

Y Luque… ¡ay, Luque! ¿Hasta cuando me perseguirá el delicioso café a que fui invitado cierta tarde por su padre? Lo de Luque no tiene nombre. Con el velamen del buque escuela Juan Sebastián Elcano por capote, del capote de Luque salen tres de los de Curro Romero, hizo sus lances de fantasía. Luego, en los principios de la faena, el toro que viene a galope y completamente suelto se lleva al torero por delante, como si te pones en La Castellana cuando viene el 27 a toda mecha, y le pega una considerable paliza. Esto despierta a las gentes, que, desde ese momento, jalean el recital de destoreo, de vulgaridad y de ventajismo que ofrece Luque como si fuese la faena de Belmonte al Tallealto de Contreras. Es perfectamente descriptible la desilusión que produce ver a tu Plaza entregada a tal vulgaridad, tal falta de torería, a tal negación del toreo y comprobar cómo muchos a lo que vienen a los toros no es a ver torear, sino a ver cortar orejas. Con una estocada haciendo guardia y dos descabellos, se la dieron. Con un par y con la alevosa colaboración de don Trinidad, como se dijo más arriba.

Se lesionó de una mano el jabonero sexto y en su lugar echaron un castaño de Parladé, Mensajero, número 94. Este toro, en mi opinión, es el más completo de cuantos he visto en la Feria hasta el momento -no vi el de Fuente Ymbro y no puedo comparar-. Cumplió perfectamente en varas, empleándose con codicia y a punto de derribar, se queda encelado con el caballo y cuando lo sacan, se vuelve de nuevo a empujar al kevlar, para luego entrar de nuevo y volver a empujar. En banderillas es pronto y alegre, y en la muleta, pronto y repetidor. Y todo esto, además, con un puntito violento, no agresivo, para dar el aire de toro y no de mona. Ante este toro Luque no hizo nada: telonazos, pases de bandera, trapazos, la negación del toreo vendida desde la clase del toro. Ni un solo argumento mínimamente convincente, ni un solo pase que reseñar, siempre guarecido en las afueras, siempre jugando con la baraja de cartas marcadas. No se puede decir que fuese una faena a menos, porque no hubo faena, y a medida que el toro comenzó a exigir, la cosa se vino definitiva y estrepitosamente abajo. El toro, simplemente, se ha ido al otro mundo sin saber lo que es torear. Pésima la actuación de Luque en sus dos tardes.

Antonio Chacón estuvo sencillamente extraordinario con los palos.


 Toreo Moderno
¿Quién es? ¿Luque, el Importante, o Talavante, el Desatado?
 ¿Acaso El Fino, que pasaba por allí?

Toreo Moderno
Perder pasos

Toreo Moderno
"Encajado y enfibrado"

Toreo Moderno
Línea

Toreo Moderno
"La diestra acinturada"

Toreo Moderno
"Natural importante"

Toreo Moderno
"Derechazo desatado"

Tauromaquia moderna... ¡Qué asco!
(Grito de Andanada)

 Peine del Viento
Homenaje a Chillida
La estocada de la Feria

Sábado, 30 de mayo

Valle de Esteban
Los cipreses que creían en Dios

viernes, 29 de mayo de 2015

Feria en Córdoba

 De noche

 Paseo de Caballos

La moda de la temporada
La rosa de Juana Martín que lleva Susana Díaz de camiseta

 
Francisco Javier Gómez Izquierdo

La Feria de Córdoba tiene diez días de excesos y veinte de calentamiento. La fiesta empezó el viernes 22 con un río adolescente cargado de bolsas del Mercadona y el Eroski que detenía su corriente en un pantano bullicioso y multicolor, cargado de muchachas hermosas y mozos con demasiada peluquería. “Lugar de encuentro” es el nombre que puso doña Rosa Aguilar a unas cuántas hectáreas a la entrada del recinto ferial, acondicionadas para que la juventud se ejercitara en el emergente deporte del botellón. Tengo que reconocer que el éxito de la iniciativa, puede calificarse de apoteósico.

     La Feria de Córdoba tiene señalados sus días como para guardar cierto orden, que por supuesto son orientativos. Un día para las familias, otro para las mujeres solas y creo que el miércoles para los “cacharritos” de los niños, que creo cobran la mitad por viaje, pero la realidad es que cada cual va a su aire con la ventaja de que no hay casetas vedadas “como pasa con la de Sevilla”.

    Uno no está ya para la bulla feriante, pero es costumbre que los compañeros vayamos directos del trabajo a comer al Arenal el jueves de Feria a la caseta que me dicen que están bien y en las  que nos ponen  rebujitos, mojitos, montillas y  unas patatas con huevos y pimientos para aguantar el vino. Al salmorejo le cae el albero removido por las gitanas bailaoras y al pescaíto creo que es mejor no tentarlo. La tarde va dejando sus bajas a las puertas de un taxi o buscando aire fresco en los puentes del Guadalquivir y somos los cuatro castellanos con casi diez trienios en Córdoba los más resistentes a los tragos de mayo.
 
     Alguna tarde doy un paseo con mi doña. Me tomo unas cervezas y miro el espectáculo impagable que ofrece el gentío, sobre todo femenino. Este fin de semana llegan los madrileños del Ave y en el recinto no se puede parar. A mí tanta bulla me resulta perniciosa. Por eso le he propuesto a mi doña acercarnos a la paz de Barbate, donde el atún espera fresco y lujurioso. Me ha dicho que sí y estoy metiendo una muda, un bañador y un libro en la maletilla.

Manoleras




Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    En el periodismo de mucho progreso no hay una sola Vicky Beckham (¡un “espíritu valiente”!) que haga ver a su Manuela que, con los votos que ha tenido, en una democracia no sería alcaldesa.

    En el juego de la democracia gana el primero, y si ella, siendo segunda, va a ser primera, lo será por el juego de la partidocracia, que eso sí nos lo trajo su partido con el nombre de “libertáes”, o sea, la socialdemocracia.

    La socialdemocracia, donde la apariencia se impone a la realidad, no concibe la crítica, y esto donde mejor se ve es en los toros.

    Lo que fueron los toros lo cuenta muy bien Pemán en un artículo sobre la “ley seca” en las plazas que el 68 decretó en respuesta al mayo francés.

    Primero, todo el poder fue del público: democracia inorgánica. Luego, del presidente: dictadura. Después del torero, que con quitarse la montera hacía que el presidente cambiara el tercio como si un árbitro pitara un córner porque un futbolista le hace una seña: tecnocracia.

    Y ahora, ay, impera la socialdemocracia, o guateque del “como si” (de Vaihinger). De la partidocracia como si fuera democracia al destoreo como si fuera toreo. Y al que chista lo muelen a palos sus vecinos. “¡Baja tú!” “¡Las protestas al final!” Y así. Es lo que la TV les dice que digan, mientras los toreros les escamotean lo fundamental (verónicas, naturales, obligados) a cambio de lo superficial, como chicuelas, invertidos y manoletinas, que Gerardo Diego quería que se dijera manoleras (y dicho por Luis Miguel, un “lance bufo”).
    
Manoleras en Las Ventas y el manuelismo municipal entrando en Cibeles, justo donde los camilleros, ante los tiros de la sanjurjada, abandonaron, oh, justicia poética, al faquir Daja Tarto, sacado moribundo del zulo de la plaza (se hacía enterrar en la arena durante la faena, y un torero torpe se alargó más de la cuenta).
    
Para un pueblo que nunca conoció la libertad política, la plaza de toros fue siempre su “Speakers’ Corner”. Bueno, pues con la socialdemocracia, ni eso.

La de Victoriano. Una pizca de castita pone en fila india a tres figuras del escalafón

LO TOROS VISTOS POR EL QUE PAGA

 Fata Morgana en Las Ventas

José Ramón Márquez

Día 1 después del tsunami y aquí seguimos esperando a ver si don Javier Cano Seijo tiene la decencia de presentar su dimisión como Presidente de Las Ventas por manifiesta incompetencia para el cargo, o bien si su jefe, sea quien sea, tiene los arrestos de mandarle a su casa a que vea los toros por esa albarda llena de sandeces que se llama Canal +, a pasarlo bomba sacando pañuelicos azules cada vez que asomen la jeta el Zaius, el Temple o el Gasolino.

Hoy nos habían preparado otra de estas encerronas a que ya nos tienen acostumbrados los Choperón Father & Son, un cartel inconcebible en el que nada casa entre sí, con Urdiales, Fandila y Fandiño y toros de Medianillos Ganadera, S. L. franquiciados como Victoriano del Río y como Toros de Cortés, que es exactamente lo mismo que Victoriano del Río pero con el nombre de Cortés, porque don Victoriano del Río se llama de segundo apellido Cortés, y se ve que el hombre habrá querido tener una vacada, hierro, divisa y antigüedad en memoria de su señor padr,e y otra lo mismo, pero en memoria de su señora madre.

Estos toros de don Victoriano los cría en Guadalix de la Sierra y allí cuentan los que han estado que en la Plaza de tientas de la ganadería hay un reducto, aislado perfectamente, en el que se mete el ganadero para ver el comportamiento de sus animales, lo mismo los de Cortés que los otros, y tomar sus anotaciones sin ser disturbado de tan crucial misión por nada ni nadie. En la soledad de su cubil, don Victoriano rumia los conceptos de la genética, desde Mendel acá, y anota sus apreciaciones en el comportamiento de los animales de forma metódica. Total, como son suyos, puede hacer con ellos lo que le dé la gana. Él selecciona y elige lo que le parece bien y así va armando su ganadería desde 1985 que se la compró.

Como es natural y procediendo el ganado de diversas ramas domecqticadas, lo que se pretende es que los bichos se ajusten a lo que con tanta insistencia dice el programa en la página 18: que se arranquen pronto y que lo hagan galopando con alegría y fijeza en los trastos de torear. Sobre todo la alegría, ¡que nunca falte la alegría!, éso jamás. De los seis que mandó a Madrid el único que se atuvo a la profecía del programa fue el segundo, Vampirito, número 78, que tuvo galope y fijeza y también su alegría, ¡que nunca falte! En el punto opuesto estuvo el tercero, Celoso, número, 123, cansino e introspectivo, lento de movimientos y lánguido como uno de aquellos New Romantic de nuestras juventudes. Entre esos dos polos se movió la corrida, en la que hubo dos que sacaron su genio, el cuarto, Casero, número 106, y el quinto, Impuesto, número 125, o acaso algo más que genio. En cualquier caso la corrida no fue lo que se podía presuponer a la vista de la ganadería: además de mostrar cierta blandura de remos, derrotaron en tablas sacando astillas, les pegaron en varas, sembraron el desconcierto haciendo caer las herramientas de las manos de matadores y peones, obligaron a unos cuantos de los de plata y a uno de oro a tomar el infamante olivo, y hasta propinaron una cornada grave a Domingo Valencia, tercero en la cuadrilla de Fandila. Los toros iban muy armados -peste de fundas-, con mucha leña para lo que es el encaste; se ve que ahí entra la selección de don Victoriano en su cubil. Como siempre decimos, sinceramente no creemos que lo que don Victoriano busque con su genética y sus líneas y reatas sea esto, porque si quisiese algo más vivo, más agresivo, no estaría anclado en el encaste del toro artista. Por decirlo de otra manera, los toros de Medianillos Ganadera S. L. da la impresión de que se han pasado al art brut, camino que lleva directamente al outsider art, como es bien sabido.

Segunda tarde en Madrid de Urdiales en este San Isidro de Pasión que le ha tocado en suerte. No dábamos un duro por sus opciones de triunfo con los cuvillejos, hijos de Idílico, ni con los Medianillos Ganadera S. L., y la cosa se ha confirmado. A este hombre alguien le ha vuelto loco. A estas alturas Urdiales ya no sabe si nació en Arnedo o en Arnedillo, si es torero clásico o artista, si va o viene. A Urdiales, a punto de cumplir los cuarenta años, le han  hecho un lío morrocotudo del que no le queda otra que salir con su verdad ante lo suyo: él solo y enfrente los de Adolfo Martín. No hay más. Nunca entendimos cómo a un torero tan frágil en sus planteamientos, un torero que no puede presentar un triunfo inapelable en Madrid, le convenzan para venir tres tardes a una feria en la que los de tres tardes -Ponce, July, Morante, Perera, Manzanares III, Talavante...- vienen, como aquél que dice, una o ninguna y, además, se quedan tan contentos. Ilusión del riojano por verse en los carteles de San Isidro tal y como alguna vez habría soñado, pero regalo envenenado a la postre porque él es torero de grandes virtudes, innegables, y también de grandes carencias. Y para no discutir basta con echar un ojo a su palmarés. En su primero, casi todo lo que intentó le salió mal, incluidos los naturales de frente marca de la casa. En su segundo, en vez de tirar de repertorio lidiador, dejó que el toro le comiese completamente la partida, toreando más el toro al torero que el torero al toro. Mal, sin paliativos.

A Fandila le pasa lo mismo que a las rayas del ruedo. El que no sabe nada de los toros se solivianta una barbaridad cuando ve que el caballo pasa un poco de la raya exterior. Nada hay que saber ni entender de toros para ejercer esa censura y para quedar como hombre íntegro y defensor de la pureza de una suerte de la que todo se ignora. Con Fandila todo el mundo encuentra que es torero harto censurable, por su estilo bullidor y pueblerino que hace pensar a los mismos que protestaron lo de la raya que censurándole adquieren aún mejor vitola de sabios taurómacos, lo mismo que tantos que van a la Plaza extasiados de antemano con Morante, el Mofletes de la Puebla, acaso sin haberle visto torear jamás. Fandila no engaña a nadie con sus pares de banderillas acelerados y pasados, y menos aún con sus trasteos basados en los mismos principios que los que presentó el otro día Manzanares III, aunque con menos estética personal. Fandila torea como July, pero mejor, menos encorvado, y sus tauromaquias están exactamente basadas en los mismos principios de cobrar cuanta ventaja sea posible y de tener al toro en movimiento. Prácticamente todo el festival orejero que llevamos en el San Isidro 2015 está basado en esos mismos principios, y sin embargo al que toca pitar es a Fandila. Su primero fue el toro bueno y repetidor de la corrida al que tundió a muletazos fueracacho, cites en uve mayúscula y pata atrás... lo mismo que casi todos. Su segundo exigía oficio de lidiador, metía sustos y no era nada grato estar frente a él, por lo que viendo que nadie le hacía ni caso optó por despenar al animal sin importarle un ardite si las gentes le silbaban y le censuraban su falta de ardor guerrero y de espíritu de lucha.

Y Fandiño, en su tarde segunda en Las Ventas tras el Domingo de Ramos. Por más que lo intentó con su primero, el cacho de soso de Celoso, la cosa era como lo de sacar leche de una alcuza. Ahí, a fuerza de tesón le arrancó un par de naturales... yo qué sé... nada y menos. En su segundo, brindado al público, dio la sensación de que no le salía nada de lo que intentaba: siempre había algo que estropeaba el muletazo, un enganchón, una descolocación, una arrancada... siempre había algo inconveniente, como una piedra atravesada en el camino de la faena y luego otra, y otra. El público apenas se metió con él -para eso ya tenemos a Fandila-, aunque en opinión de un aficionado de la Andanada a Fandiño, en la VISA de Las Ventas, ya le va quedando poco saldo.

Hoy, por undécima tarde en San Isidro, volvió a picar Óscar Bernal y recibió justas palmas por su labor con el primero de la tarde, Descreído, número 160.


 El dulce caramillo taurino
 Luis Miguel

 Mantilla y dulzainero

 Aresti

 El programa

 Ramoneo por los Victorianos

 El Oriente

 Moreno Bermejo

 Coca-Cola

 Don Fernando, que se ha pasado de Morante a Urdiales, instruyendo a los pequeños

 El ojo de Zaius

 Glamour

 El sinvivir de Abella

 Journal des savants

 El techo de la andanada se cae a cachos

 Si lo necesitas, silba

 Juventud

 La Rioja

 Urdiales, que ahora tiene que ser artista

 La lengua victoriana

 Fandila
Los restos del 7 la tomaron con él por postureo: fue el mejor de la terna
 
 Fandila citando

 Desarme

 Rosco, desnortado

 Fandiño...

 ...no ha vuelto...

 ...de su Domingo de Ramos

 El saludo de Miguel Martín

 La merienda

 El canapé

 Los bocatas de Telemadrid

 El antiguo verde gay

 La cogida de Domingo Valencia

 Camino de la enfermería

 Urdiales en plan Ordóñez

¡Yú!