Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Con arreglo a una de las grandes frases de camiseta de Carlos Marx, lo de Rato, artífice del milagro económico de Aznar, sería la farsa de la tragedia de Calvo-Sotelo, artífice del milagro económico de Primo de Rivera.
–Hegel dice, en alguna parte (¡precisión marxiana!), que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se repiten dos veces. Pero se olvidó de agregar: la primera, como tragedia, y la segunda, como farsa.
Una versión gubernamental de lo de Rato es que el jefe del operativo fue un tal Asenjo que aspira a concejal en las listas de Carmona, ese hombre.
Con la frase de Marx en la camiseta, la farsa del tiro en la nuca treintañón sería el “acogotamiento” televisivo, lo más posmoderno en la industria de la muerte civil. A partir de ahí, la imaginación te lleva a ver a Condés en Asenjo, a Cuenca en el “acogotador” con chaleco, y a Prieto, el devorador de cochinillos en Casa Botín,… en Carmona.
Por el bien de España, y España somos todos, ojalá que lo de Rato fuera esa conjuración de Catilina en el seno del partido gobernante que venden los tertulianos, pues lo que la versión gubernamental vendría a reconocer es que en la España de Asenjo, como en la España de Condés, no hay Estado.
Los españoles de Asenjo son loritos de una tautología, Estado de Derecho, como los españoles de Condés (léanse los “Diarios” del pobre don Niceto, “líder de las multitúes” de Priego, Córdoba) lo fueron de una palabra, República, no de una idea.
Como Estado, España pajarea ante el chivatazo del Faisán y ante el referéndum de Mas, ante los moteros que a la vista de los guardias piden paso con el pito a los peatones en las aceras y ante los toreros que a la vista de los alguaciles incumplen el reglamento en las plazas.
–¿Por qué los alguaciles no sancionan al picador, por la carioca ? –preguntó un día un curioso en Las Ventas.
–¿Para qué, si luego las multas no se pagan? –fue la contestación de un delegado de la autoridad.