viernes, 27 de febrero de 2015

Los muertos y las muertas. Rocío Jurado


ROCÍO JURADO
1944-2006

A Rocío Jurado la retrató el poeta José-Miguel Ullán en un golpe de magnesio: “El arte, ¡qué cosa tan abstracta!” Era el suspiro confidencial que había dejado escapar la artista en el hombro del poeta al cabo de un Salón de los 16. A Ullán le fascinaba su inteligencia. (“Y, ya puestos, subrayo por si acaso que he querido decir ‘inteligencia’ y no sólo ‘listura’.”) Ullán la recordaba tumbada sobre un sofá y en déshabillé rojo, leyendo Hojas de hierba, de Walt Whitman, regalo de Manuel Alejandro, el más tórrido de sus compositores. “Imaginarse así a Rocío Jurado me ayuda a recordarla como cantante en todo su poderío: libre, obstinada, pícara, melancólica y con humor del bueno, ocurrente y afectuosa, afecta a desmesuras teatrales y a guardar los secretos... Al margen de su voz, sobresalía en la Jurado un instinto felino para caer en la cuenta de lo escurridizo, para apasionarse en pensamiento, para darse al lujazo, en lo íntimo, de una inteligencia a prueba de oficio...” A su entierro, como si fuera a su última gala, acudieron ciento veinticinco mil personas.

IGNACIO RUIZ QUINTANO
(Del libro Serán ceniza, mas tendrá sentido / Ediciones Luca de Tena, 2006)