Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuando en los partidos granan las listas como los cerezos en los haikus, un estornudo de Snchz se ha llevado por delante a Gómez, apóstol del nuevo socialismo, aunque la sospecha es que se va, en realidad, por un tranvía, como Gaudí, apóstol del gótico-gotelé.
–Quiero hacer con Madrid lo que Zapatero ha hecho con España –fue su salutación de entrada a la capital.
Gómez vino de Parla, donde había llamado “cabaretera” a la jefa de la oposición, en un patín que le puso el gran Manitú del Sur, Castro, alcalde perpetuo de Getafe, para que se estampara contra el oso y el madroño de la Puerta del Sol.
Acostumbrado a pegar el mitin desde la megafonía policial de Parla como Yeltsin desde el tanque en la Plaza Roja, Gómez no aceptaba su irrelevancia en Madrid, y se mostró resuelto a dar la nota: un día presumía de comerse los atunes como si fueran boquerones, y al otro, prometía a los niños madrileños llevarlos a estudiar inglés a Londres.
Nada.
Entonces tiró la Harley, se afeitó las patillas de Sierra Morena y, en busca de glamour, se lo montó de “Invictus” de Paco Rabanne, pero la flecha que lo había de matar ya había salido del arco.
–Vengo a cambiar España –había dicho Snchz, que hubo de comerse las vocales para, en esta pelea de negros en un túnel que es la izquierda, no confundirse con Tania, la otra Sánchez.
De momento, ha cambiado a Gómez, que considera la decisión de Snchz… “antidemocrática”. ¿Y qué tiene que ver con la democracia el sillón de Gómez? Si respetamos las palabras, ninguna organización puede ser democrática. En cuanto a los valores, esos, ay, los define, como se sabe desde Carl Schmitt, el que manda, y el que manda es Snchz, ahora Pedro el Grande.
–Sin tradición no hay revolución –fue la explicación de un risueño Lenin a un perplejo Trotski, que lo sorprendió colgando el retrato de Pedro el Grande.
Son los caprichos de la Historia. ¿Se imaginan que Trotski hubiera hecho con Lenin lo que Robert Ford con Jesse James?