Hughes
Abc
Desde que veo profesionalmente la tele, la mayor barbaridad no se la he escuchado a Los Chunguitos, con serlo, sino a quienes ayer, en algunas tertulias, dijeron que con sus palabras el Papa estaba justificando los atentados. Esto ya es de frenopático.
La reacción a los atentados de París se volcó en la libertad de expresión. Esto incomodó un poco a quienes tienen creencias religiosas, a menudo ofendidos por la revista, y a otros a los que el argumento les parecía ligeramente falaz. Por un lado, señalar a los caricaturistas como vanguardia de libertad o a sus ofensas o blasfemias como expresión del valor supremo de nuestra, llamémosla así, civilización, rechinaba un poco. Por otro, se hablaba de las religiones como de amenazas extramuros sin mucha distinción. Lo mismo el cristianismo «domesticado» -Savater dixit- que el islam. ¿Pero no deriva Occidente de Grecia y el cristianismo? Hay quien piensa que el mundo es lo que salió de 1789. A propósito del escándalo de las primeras viñetas, Gustavo Bueno distinguió entre libertad-de y libertad-para a la hora de justificar su publicación. El matiz reconcilia. La primera era formal, la segunda hacía hincapié en el contenido. Yo tengo libertad para decir, para hacer, en pos del conocimiento, el bien, la verdad, etc. aunque con ello ofenda. La libertad tampoco es ajena a otros valores. Es ponderada y entendida como mera libertad para ofender se vacía de contenido. Decía Bueno: «La defensa de la libertad de expresión no tiene que ver tanto con la libertad-de conquistada como libertad democrática por la Europa post-Revolución Francesa. Tiene que ver con la libertad-para promovida por hombres poseedores de argumentos contra quienes mantenían o siguen manteniendo el oscurantismo y la superstición». Con lo del Papa se ahonda en la incomprensión. No es el presidente de la Diputación de Burgos, es un líder religioso que negó el uso de la violencia y fue más allá de la libertad de expresión: ¡recordó la obligación de decir siempre la verdad! Ponerle la férula jurídicopolítica -corrección tertuliana- al Papa como al Chunguito de las Google glass es un indicio serio de desvarío. Lo hacía la izquierda; ahora también los, así llamados, liberales.
La reacción a los atentados de París se volcó en la libertad de expresión. Esto incomodó un poco a quienes tienen creencias religiosas, a menudo ofendidos por la revista, y a otros a los que el argumento les parecía ligeramente falaz. Por un lado, señalar a los caricaturistas como vanguardia de libertad o a sus ofensas o blasfemias como expresión del valor supremo de nuestra, llamémosla así, civilización, rechinaba un poco. Por otro, se hablaba de las religiones como de amenazas extramuros sin mucha distinción. Lo mismo el cristianismo «domesticado» -Savater dixit- que el islam. ¿Pero no deriva Occidente de Grecia y el cristianismo? Hay quien piensa que el mundo es lo que salió de 1789. A propósito del escándalo de las primeras viñetas, Gustavo Bueno distinguió entre libertad-de y libertad-para a la hora de justificar su publicación. El matiz reconcilia. La primera era formal, la segunda hacía hincapié en el contenido. Yo tengo libertad para decir, para hacer, en pos del conocimiento, el bien, la verdad, etc. aunque con ello ofenda. La libertad tampoco es ajena a otros valores. Es ponderada y entendida como mera libertad para ofender se vacía de contenido. Decía Bueno: «La defensa de la libertad de expresión no tiene que ver tanto con la libertad-de conquistada como libertad democrática por la Europa post-Revolución Francesa. Tiene que ver con la libertad-para promovida por hombres poseedores de argumentos contra quienes mantenían o siguen manteniendo el oscurantismo y la superstición». Con lo del Papa se ahonda en la incomprensión. No es el presidente de la Diputación de Burgos, es un líder religioso que negó el uso de la violencia y fue más allá de la libertad de expresión: ¡recordó la obligación de decir siempre la verdad! Ponerle la férula jurídicopolítica -corrección tertuliana- al Papa como al Chunguito de las Google glass es un indicio serio de desvarío. Lo hacía la izquierda; ahora también los, así llamados, liberales.