Abc
Después de lo de Grecia, hasta el diario gubernamental se pregunta por qué decepciona la socialdemocracia.
–Por falta de audacia y creatividad –contesta, ay, un profesor de la Complutense, que también podía haber dicho un mantón y de Manila.
En realidad, la socialdemocracia es como uno de esos muñecos hinchables que bailan y saludan como idiotas en el almacén de Al Harrington en “Padre de familia”.
¡La socialdemocracia invertebrada!
El temor es que con la fuga de aire por el agujero griego el muñeco se desinfle y nos mate abrazados. Para evitarlo, dos filósofos dignos de ese nombre han estado diez años buscando una consistencia para el muñeco, que sigue bailando y saludando como idiota. Son el español Javier Gomá, que cree hallarla en la ejemplaridad, y el alemán Peter Sloterdijk, que cree hallarla en la generosidad.
Gomá apuesta por la ejemplaridad y ha escrito la historia y ha desarrollado una teoría general de la imitación moral de modelos, donde el modelo es siempre un sujeto moral que suscita una acción moral en otro sujeto.
Sloterdijk apuesta por la generosidad y ha vuelto a escandalizar al gallinero con su idea de sustituir la fiscalidad obligatoria por la fiscalidad voluntaria. ¡La revolución de la mano que da!
Para él, sólo una ética del dar puede superar el estancamiento de la cultura política contemporánea (la socialdemocracia).
Desde que Tomás de Aquino, cuya festividad celebramos hoy, calificó la praxis de los tributos de “robo legal”, los contribuyentes, dice Sloterdijk, llevan siete siglos esperando mejores explicaciones de “legal” por parte del fisco, el verdadero soberano (ni pueblo ni leches) de la sociedad moderna.
Que nadie se revuelva supone un éxito de doma que hubiera hecho palidecer de envidia a cualquier ministro absolutista, y sólo se explica por la culpa que nuestra cultura moral sabe inocular en los no-pobres.
–Un ministro de Economía moderno es un Robin Hood que ha jurado la Constitución.