Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Al cabo de cuarenta años de consenso España está casi tan pelada como la vaquilla de Berlanga al cabo de tres años de guerra civil. Pablemos sólo es el arquetipo del oportunista que sale a la hora de la siesta en los documentales de La 2 dispuesto a mondar los huesos.
El éxito demoscópico de Pablemos en España (como el de Marine Le Pen en Francia) consiste en haber sabido aparentar que su reino no pertenece al consenso, término que en el marketing paulino equivale a casta. Con eso y unos cuantos coletazos con la coleta de espantar moscas, a pillar, y no parecen mancos.
El penúltimo de esos coletazos de a ver qué pasa es prohibir la Semana Santa de Sevilla.
Hombre, si el columnismo pipero (¡piperos de la Ilustración!) proclama que los mártires laicos de París son el precio de nuestro “derecho a blasfemar”, ¿por qué una calabaza de Podemos no va a plantearse, en su apoteosis, la posibilidad de liquidar la Semana Santa?
Ahora mismo la sociedad española, después de un largo proceso de ir “eliminando lo anterior”, es un juampedrillo (¡el toro artista!) afeitado al que Pablemos, nuevo en esta plaza, toca los pitones para ver si se lía a derechazos o a circulares (invertidos), pues al natural aquí ya ni con un juampedrillo se atreve nadie.
El resto lo pone la cursilería.
¿Hay algo más cursi que un juampedrillo afeitado? Sí, el nombre de las sedes de Podemos, que iban a llamarse “Moradas” o “Círculos”, pero que se llamarán “Casas Ciudadanas”.
“Moradas” recordaba a Teresa de Ávila, y no le gustaría a Tania de Rivas, y “Círculos”, a Dante, al que más pronto que tarde expulsarán de la cultura europea por haber metido a Mahoma en la churrería del infierno.
En cambio, “Casas Ciudadanas” tiene, como la guillotina de Javier Krahe, el chic de lo francés: ciudadano por señor, tuteo por usteo y escarapela por pase de prensa es todo el glamour que nos trajo la Revolución Francesa, que vendría a ser como el Ikea del becario de Blesa.