Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Entonces dijo Dios: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo.
“¡Tinieblas luminosas!”, la Tercera, ayer, de Javier Gomá sobre el “Deus absconditus”.
La socialdemocracia ha reducido el prestigio de la luz a la subida del recibo de las eléctricas, y todo lo demás es apagón, tomando el rábano de don Eugenio d’Ors por las hojas.
(Cada mañana D’Ors escribía su glosa abecedaria y se la leía a su secretaria, preguntándole: “¿Está clara?” “Clarísima”. Don Eugenio volvía a sentarse a su mesa: “Oscurezcámosla”.)
La forma socialdemócrata de oscurecer la vida es decir “Estepaís” por España y “antes/después de nuestra Era” por “antes/después de Cristo”. ¿Qué país? ¿Qué era?
–¡Y a esto, Dios mío, se le llama por los cafés haber triunfado! –exclamará Ruano en su momento luminoso–. Si le quedara a uno risa, darían ganas de reír.
(“Veinte, treinta años de batalla diaria, de trabajo sólo atenuado por el trabajo de una falsa disipación, para llegar a esto: a tener frío junto a la chimenea, a tener que escribir sin ganas, seco, con los nervios de punta, un artículo para que la criada lo lleve, y traiga rápidamente el dinero que se está esperando.”)
Bergamín acertó a ver el motivo de la incredulidad socialdemócrata (este “ateísmo práctico” de los españoles, del que ya hacía burleta Menéndez Pelayo) al miedo a la luz –a esta intensísima luz de España– que quema los ojos, y el pensamiento, de verdad, de su verdad.
–Bibliotecas enteras de filosofía moral no han ejercido sobre el progreso humano influencia mayor para hacer que se respete a todo hombre, por humilde que sea; a toda mujer, a todo niño, que esta sencilla escena del pesebre representada de nuevo cada año en toda la Cristiandad –explicaba Madariaga por radio a la Alemania recién salida del nazismo que en los años más oscuros “de nuestra Era” proscribió… belenes y crucifijos.