jueves, 11 de diciembre de 2014

La mili

El rancho bajo la lona que se nos viene encima


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La mili fue el krausismo del franquismo: te sacaban de tu pueblo, te llevaban a la sierra (de maniobras) y te devolvían a casa “hecho un hombre”.

La mili la quitó Aznar para dar contento a Arzallus, el jesuita que zanjara la disputa del “Guernica” con una “boutade” jesuítica: “Euskadi se lleva las bombas, y para Madrid, el arte.”

La mili determinaba las vocaciones.

El académico Muñoz Molina sirvió bajo el ministro Sahagún en San Sebastián, a las órdenes del sargento Camba, sobrino-nieto del genio de Villanueva de Arosa. Llegó como funcionario municipal a Loyola y salió con “Ardor guerrero”, novela-ajuste de cuentas alternativa a la “Historia verdadera” de Bernal Díaz del Castillo.
Yo mismo serví bajo el ministro Narciso Serra (el hombre del piano, no el comediógrafo) en la Brunete: entré como cronista de fútbol y marché como cronista de la vida, que era la movida, ya de recogida.
Y ahora un lector, don José Antonio Palacios, tiene la gentileza de enviarme sus recuerdos militares en la compañía del alférez de complemento Vicenç Navarro, entonces Vicente, en los veranos del 60 y 61, con fotografías que lucen el glamour de “Quince bajo la lona”, la película de Alfredo Mayo, Larrañaga y Antonio Ozores.
Navarro es el Boyer/Solbes de Pablemos para poner a la economía española como puso a la chilena de Allende o a la cubana de los Castro. Es verdad que Pablemos le tenía hace un año por “caradura”, pero sólo son formas de hablar, como cuando Ayuso dice lo mismo del pequeño Nicolás.
Navarro entró al campamento de Los Castillejos, Tarragona, como estudiante de medicina y salió de alférez… ¡y para economista-politólogo!, exiliándose a renglón seguido por “su lucha antifranquista”, que ya podría decirse que Franco fue un dictador sin nadie a quien dictar, supuesto que todos estaban fuera.
La mili, en fin, era tan sagrada que nadie se exiliaba sin tenerla hecha. (“Me llaman el Flecha porque ya la tengo hecha”, te mortificaban en el cuartel las “bisabuelas”).