Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Echado en un taxi, entre un anuncio para recuperar las erecciones y otro para recuperar las preferentes, escucho el menú del día: el tranvía de Tomás Gómez y la pasarela de los Pujol.
Estéticamente, Azcona/Berlanga (“Se vende un tranvía”) y John Huston (“El honor de los Prizzi”).
Gómez, “el Gómez de Madrid”, se siente víctima de una cacería política: no se ve en el papel de López Vázquez (Julián “El Torillo”) y señala a María Cospedal, que tampoco se ve de María Luisa Ponte (la Superiora de las Hermanitas de los Pobres).
Y los Pujol… Ay, los Pujol. Aquí es uno quien no acaba de ver a Kathleen Turner (Irene Walker, la mujer fatal) besando la mano del “derecho a decidir”, que es una mano que ya besa hasta Pablemos.
Pablemos, que es un oportunista de la frivolidad, habla del “derecho a decidir” como los teólogos del Concilio de Neponucea hablaban de los senos de los querubines.
–Los querubines -dijo uno- no tienen senos, porque, al tocárselos, caeríamos en el infierno.
Pero los senos de los querubines, dice Ramón, se admitieron por 132 votos contra 20.
Como los senos de los querubines flanea el pensamiento invertebrado de Pablemos y la mayoría de españoles, incluida su novia, la “fan” de Ortega, cuya España invertebrada, por cierto, atribuye el separatismo catalán… a que Madrid dejó de ser divertido.
La ortegada, que diría Ferlosio, no iba por ahí, pero desde Cánovas, que quería arrebatar burgueses al carlismo, hasta Aznar, que hablaba “catalán en la intimidad” por unos votos, pasando por el primorriverismo y el franquismo, la derecha siempre ha favorecido desde Madrid a los nacionalismos. Y la izquierda, por mantener dividido “el voto burgués”, también. ¿Qué iba a hacer Rajoy?
Rajoy es la hormiga que cuida al pulgón de Mas sólo porque exuda, para su sensibilidad socialdemócrata, un líquido más azucarado que Junqueras. Si no tira la toalla, es por lo mismo que no la tiró Uzcudun:
–Yo no voy a tirar la toalla; la toalla es mía.