Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Esperando al Mensaje real me acordaba de las nochebuenas del falso Pirandello en la tertulia de Gómez de la Serna en Pombo.
–¿Qué tal su Nochebuena, Pirandello?
–Neroniana.
Eso era que sólo le había faltado ver el incendio de Roma para reventar de felicidad. “¡Noche opípara!”, remataba (como un auténtico Muñoz Molina) el falso Pirandello, cuya mejor Nochebuena, sin embargo, fue con sus padres en la serranía de Córdoba:
–Al atardecer se cerraron las puertas de casa, y allí todos a beber de un gran pellejo, a comer avellanas de un gran saco y a tocar los cencerros de que habíamos desnudado a las vacas…
Y sonó la hora del Mensaje. El primero de Felipe VI, que, al menos, no apareció asomando por una puerta, como han puesto de moda en la TV los nuevos maratianos de la coleta.
Lo más extraño del Mensaje, bien leído y con todos los fruncidos de la seriedad en la cara, fue el rincón.
En “Los domingos de ABC” había una sección, “Mi rincón”, en la que salían los famosos posando en su rincón favorito con cara de estar tomando bicarbonato, que es la idea que tiene el español de la solemnidad. No recuerdo un rincón más humilde que el escogido por el Rey para su Mensaje. ¿Era el Palacio o un NH?
Con una flor de pascua en el lugar de la bandera (una idea para el Bernabéu), el Mensaje fue un sentido homenaje a una sociedad sumida en un ensueño adolescente del que no quiere despertar, y daba la sensación de que en cualquier momento podía llegar la inspectora de hoteles Alex Polizzi (“Una Navidad perfecta con A. P.”) a “modernizar” la decoración.
Pero todo el morbo cuñadísimo estaba en lo de la Infanta.
–¿Qué ha dicho de la Infanta? –preguntaban, de repente, todos los cuñados de España.
¿Qué puede decir nadie de la Infanta, una vez que un juez sanchista (procedencia abogadil) recibe en agasajo flores de pascua por procesarla con el chascarrillo “Hacienda somos todos” que tanta gracia hace a los “montagnards”?
En esto, llamaron a cenar.