Abc
Los “kikos” de Pablemos no se fían de los sondeos porque en las encuestas, dicen, hay mucho voto rabioso que en la urna se echa atrás.
La rabia es el pan de la izquierda.
–¡Yo soy la rabia del pueblo! –brama Marat, maloliente y “leproso”, para meter miedo a los señoritos, que para los maratistas eran todos los que se lavaban.
Nuestros señoritos (pienso en Pedro Sánchez) tendrían que leer el “Ira y tiempo” de Sloterdijk, pero la lectura (cualquier lectura) los mata, y para entender lo que pasa prefieren apuntarse a la novena de Santa Quiteria, abogada de la rabia, que sería esa monja que trae loco a Rafael de Paula.
De la envidia sale la democracia, y de la rabia, la revolución. Homero habla de la rabia (“¡cholos!”) de Aquiles, quien, si no es por Atenea, hubiera matado a Agamenón.
De ser cierto, el “cholismo” que refleja el Cis pondría al Régimen en un salsipuedes: abstenerse, para deslegitimarlo y hacerlo caer (“a ver qué pasa”), o votar al “comunismo amable” y hacer de Madrid la Habana Fin de Semana del rabioso europeo.
De la Cuba de Foxá (“España en vacaciones”) a la España de Errejón: “Paso corto y mirada larga.” ¡Mambo! O mango, manguito, mangüé. O sea, Cuba con más mangueros.
En tiempo de mangos, Ullán tiraba de Cascarita, que avisa de los duros y los blandos, de su cáscara resbalosa y de que, al ser su semilla tan sabrosa, hay quien se duerme chupando.
–Si tú quieres reír, / si tú quieres bailar, / chupa, chupa, chupa, / chupa, chupa más. / Si tú quieres gozar, / ay, aprende a chupar.
Antes de los exilios que el domingo avanzaba Emilia Landaluce, repárese en que el “comunismo amable” de Pablemos no es ni más ni menos casta que la “socialdemocracia bellotera” de Monago, que pactaría con él, pues aquí nadie habla de democratizar el sistema electoral ni de sacar a los partidos del Estado y devolverlos a la sociedad.
De ahí el pertinente corolario a la guaracha: “¡Qué problema! / Yo quise comerme un coco, / me comí una berenjena”.