Francisco Javier Gómez Izquierdo
La fábrica de Campofrío en Burgos ha ardido sin compasión, como dicen que ardió Cartago, y así como en los cartagineses todo fue muerte y ruina, en Gamonal se esperan tiempos inciertos y miserables.
Mi cuadrilla se lo ha ido contando a mi doña mientras un servidor conducía por tierra de jornaleros, Villamanrique, Puerto Serrano, Morón, el Arahal... A pesar del esplendor del día, he perdido atención en el paisaje porque en mi cabeza se acumulaban imágenes de los inicios de aquellas fábricas en un Polo de Promoción que acaba de cumplir 50 años. Campofrío creo que era antes que el Polo y estaba situada donde empieza Gamonal, entre la Calle Vitoria y el comienzo de la Carretera de Logroño, justo en la zona donde mueven sus campamentos los guerrilleros que han alcanzado fama en el barrio. La fábrica quedaba de camino a “El Plantío” y siempre había empleados aficionados que entre las dudas en la alineación de Viteri nos contaban el último chiste de cerdos ó el notable que había comprado acciones.
Donde acaba Gamonal, en la parte de la Barriada Inmaculada, estaba mi colegio de marianistas y el matadero de Coprasa que solía perfumarnos un día si y otro también con un olor que nos inquietaba por su viscosidad y textura. Los escolares lo aguantábamos resignados, pero la reglamentación, imagino que urbanística y sanitaria, determinó cerrar la fábrica y el matadero y trasladarlos a las afueras de la ciudad.
Pusieron la fábrica y los secaderos en Villafría, donde me contaron que suben jamones patanegra del Sur por ser el frío seco del lugar muy a propósito para la curación.
Rafael Viteri (agachado, segundo por la izquierda) en el Camp Nou
Esta mañana ha ardido todo. Un incendio devastador. Un infierno local e independiente ha dejado sin habla a más de dos mil familias, porque los empleados de Campofrío fueron desde el comienzo del Polo, los más numerosos, los mejor pagados y los más elegantes de todos los productores. Junto a los obreros de la Firestone, los aristócratas del proletariado burgalés.
En Campofrío trabaja algún amigo y muchos conocidos. Joaquín, el más listo de mi quinta en los marianistas, que se hizo químico ilustre. Martín, un atrevido que en los 70 compró acciones de la empresa porque “la comida no puede fracasar”. Samuel, al que le ha quedado una jubilación que la da para chatear todos los días. Piné, el hincha mas acérrimo del Burgos y al que vi llorar como un niño el día que perdimos en Sevilla por un gol de Lolo.
¡¡El fútbol!! Un hijo de la familia Ballvé, propietaria de la empresa, llegó a jugar en un Burgos de Primera sólo por afición. Creo recordar que prefirió estudiar en Estados Unidos y renunció a su consagración futbolística. Era muy valiente, pero la muerte, esa enemiga, no quiso respetarle. Hará un año o dos que murió y en ninguno de los obituarios que leí hacían referencia a su historia en el Burgos CF, cuyo escudo lleva tatuado el matarife Piné en el omoplato.
Del síncope de Campofrío sí se va a escribir. Mucho. Me cuentan que los sindicatos han hecho ya un llamamiento a los trabajadores para reunirse en la Biblioteca de Gamonal y analizar la situación. ¡Veremos! Espero que todo se arregle y se empiece a trabajar duro desde mañana mismo.