Beatriz Manjón
Abc
Está la noche sabatina tan politizada que echa una de menos hasta las galas del Moreno o, mejor, un crossover: políticos en lencería desfilando al son de electro latino –¡Electrocretino!– y el presentador saludando con un «muy buenas partes a todos», a lo Martín Mateos. Escribió Fernández Flórez que si nuestros gobernantes hubieran guardado mejor el secreto de su oquedad durarían más tiempo. Se refería a la relación entre político y gacetillero, pero lo mismo se podría decir de su roneo con la televisión. Monago (léase cantando), que de plató en plató va, apeló, con participo relajado, a la empatía de Pepa Bueno, cuyo escepticismo hialurónico es lo más parecido al «Polideluxe» que hay en «Un tiempo nuevo»: «Pepa, como paisana…» y a la periodista se le subió el acento como a aquél la bilirrubina. El presidente extremeño se telecinquizó para la ocasión: como la Benito dijo «mi verdad» y habló en tercera persona, a la manera de Aída Nízar. Mostró el certificado del Senado y los movimientos de la Visa. «Caramelo, 140 euros», leyó Bueno. El esperpento político ha alumbrado un esperpento periodístico. «¿Ha encontrado los asientos?», y fue Barneda a buscar los asientos de los vuelos, en lugar de los bancarios. El viernes, Griso le preguntó a una exconvicta por el motivo de su reclusión: «Por tema de una china». «Vamos, por tráfico de drogas», explicó la presentadora. «No, no, por una pelea con una china». Las explicaciones tienen sus riesgos. Las de Monago del sábado prueban que ha mentido una vez: «Hablo en programas que tienen una audiencia amplia como éste».