Hughes
Abc
He recordado una lectura del último Pla, “Notes del capvesprol” (un efecto hermoso de la tabarra del 9N ha sido recordarlo). Comenta un texto de Marx traducido por Andreu Nin (“La revolución española 1868-1873″. Ed. Zenit. Madrid, 1929) para iluminar algo la cuestión del catalanismo. Lo reproduzco a continuación. Perdón por la pobre traducción:
“El carlismo no es un puro movimiento dinástico y regresivo, como se empeñaron en decir y repetir los bien pagados historiadores liberales. Es un movimiento libre y popular en defensa de tradiciones Mucho más liberales y regionalistas que el absorbente liberalismo oficial, papanatas, que copiaban a la Revolución francesa. Los carlistas defendían las mejores tradiciones jurídicas españolas, las de los Fueros, y las Cortes Legítimas que pisotearon el absolutismo monárquico y el absolutismo centralista del Estado liberal … Representaban la patria grande, como suma de las Patrias locales, con sus peculiaridades y tradiciones propias. No existe, en Europa, ningún país que no cuente con restos de antiguas poblaciones y formas populares que han sido atropelladas por el devenir de la Historia. En Francia, lo fuerón los bretones, y en España, de un modo mucho más voluminoso y nacional, los defensores de don Carlos. El tradicionalismo carlista tenía unas bases auténticamente populares y nacionales, campesinas, Pequeños propietarios y clero, en tanto que el liberalismo estaba encarnado en el militarismo, el capitalismo (las Nuevas clases de comerciantes y agiotistas), la aristocracia latifundista y los intereses secularizados. Todos estos pensaban con cabeza francesa, o traducían embrollado.”
Este texto de Marx es exacto. Mareará a mucha gente, pero es exactísimo. Marx se debe leer, sean cuales sean los prejuicios personales e inevitables que uno tenga. A veces lo acierta como ningún observador de su tiempo. ¡El catalanismo! He utilizado rara vez esta palabra, porque no me han gustado nunca las cosas hiperbólicas. Diciéndonos catalanes me parece que tenemos suficiente. Ahora, este país tan pequeño y tan pobre posee dos fuentes que manarán siempre: primero la fuente del tradicionalismo histórico del país. Todo el catalanismo político de estos últimos decenios proviene del tradicionalismo, y luego hay otra fuente: los errores centralizadores de España, producidos por mentalidades francesas, de la Revolución francesa o de Napoleón: Godoy, Floridablanca, Aranda, Mendizábal, Salamanca y tantos y tantos más. Estos hombres han desvirtuado España, han destruido las raíces de una España compleja, que es lo que es. Los llamados liberales españoles-que, por otra parte, no lo eran- han sido horribles. Han destruido la tradición, la vida libérrima, ¿por qué? ¿Para la construcción de los ferrocarriles regalados a Rothschild de París? Ahora, en todo caso, la situación es la misma. Tras esta ruptura, las dificultades de esta península han sido inmensas, quiero decir en el espacio que vivimos. Las dificultades son permanentes y llegan en nuestros días. Hace falta un estudio serio sobre el liberalismo y dejar de una vez de jugar con las palabras. Mucha gente que se llama liberal son unos puros demagogos y no conocen la historia. Todo este largo período debería estudiar tan a fondo como fuera necesario, y con un espíritu desprovisto de hipocresía. Lector infatigable de las cosas del siglo pasado y de los inmediatamente anteriores, creo que no se ha hecho. Sería muy importante, decisivo, hacerlo.
“El carlismo no es un puro movimiento dinástico y regresivo, como se empeñaron en decir y repetir los bien pagados historiadores liberales. Es un movimiento libre y popular en defensa de tradiciones Mucho más liberales y regionalistas que el absorbente liberalismo oficial, papanatas, que copiaban a la Revolución francesa. Los carlistas defendían las mejores tradiciones jurídicas españolas, las de los Fueros, y las Cortes Legítimas que pisotearon el absolutismo monárquico y el absolutismo centralista del Estado liberal … Representaban la patria grande, como suma de las Patrias locales, con sus peculiaridades y tradiciones propias. No existe, en Europa, ningún país que no cuente con restos de antiguas poblaciones y formas populares que han sido atropelladas por el devenir de la Historia. En Francia, lo fuerón los bretones, y en España, de un modo mucho más voluminoso y nacional, los defensores de don Carlos. El tradicionalismo carlista tenía unas bases auténticamente populares y nacionales, campesinas, Pequeños propietarios y clero, en tanto que el liberalismo estaba encarnado en el militarismo, el capitalismo (las Nuevas clases de comerciantes y agiotistas), la aristocracia latifundista y los intereses secularizados. Todos estos pensaban con cabeza francesa, o traducían embrollado.”
Este texto de Marx es exacto. Mareará a mucha gente, pero es exactísimo. Marx se debe leer, sean cuales sean los prejuicios personales e inevitables que uno tenga. A veces lo acierta como ningún observador de su tiempo. ¡El catalanismo! He utilizado rara vez esta palabra, porque no me han gustado nunca las cosas hiperbólicas. Diciéndonos catalanes me parece que tenemos suficiente. Ahora, este país tan pequeño y tan pobre posee dos fuentes que manarán siempre: primero la fuente del tradicionalismo histórico del país. Todo el catalanismo político de estos últimos decenios proviene del tradicionalismo, y luego hay otra fuente: los errores centralizadores de España, producidos por mentalidades francesas, de la Revolución francesa o de Napoleón: Godoy, Floridablanca, Aranda, Mendizábal, Salamanca y tantos y tantos más. Estos hombres han desvirtuado España, han destruido las raíces de una España compleja, que es lo que es. Los llamados liberales españoles-que, por otra parte, no lo eran- han sido horribles. Han destruido la tradición, la vida libérrima, ¿por qué? ¿Para la construcción de los ferrocarriles regalados a Rothschild de París? Ahora, en todo caso, la situación es la misma. Tras esta ruptura, las dificultades de esta península han sido inmensas, quiero decir en el espacio que vivimos. Las dificultades son permanentes y llegan en nuestros días. Hace falta un estudio serio sobre el liberalismo y dejar de una vez de jugar con las palabras. Mucha gente que se llama liberal son unos puros demagogos y no conocen la historia. Todo este largo período debería estudiar tan a fondo como fuera necesario, y con un espíritu desprovisto de hipocresía. Lector infatigable de las cosas del siglo pasado y de los inmediatamente anteriores, creo que no se ha hecho. Sería muy importante, decisivo, hacerlo.