Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Sigue vacante la plaza de “Badiola del ébola” y, justo cuando uno empezaba a pensar ya en el profesor Mosterín, aparece el doctor Landete.
Badiola fue el veterinario encargado de la lidia mediática de las vacas locas, aquella rumba de Celia (la Villalobos, para entendernos) alrededor de un hueso de caña.
Badiola venía de León, como Zetapé, y aprovechó como pocos los quince minutos de gloria que a todos nos concedió Andy Warholl. Así supimos que estábamos ante un igualitarista de su tiempo (ese tiempo que nos trajo el país más progresista de palabra y más reaccionario de acción) y cuya sensibilidad chocaba con la tauromaquia, cultura que impide, por ejemplo, el cambio del lenguaje machista que se manifiesta, según Badiola, en nuestra manía de llamar a España “piel de toro” cuando podríamos llamarla “piel de vaca”.
–La lidia hiere mi sensibilidad –suspiraba Badiola.
Hombre, y la de Girón de Velasco, el león de Fuengirola, que consideraba a los toreros como gente indeseable:
–Los veo como a los del circo y no tomo partido por ninguno, como tampoco tomo partido por el cirquero que levanta cien kilos con un dedo.
Lo que, a pesar de su ciencia veterinaria, nunca pudo demostrar Badiola es la superioridad de su sensibilidad al lado de las de Lorca y Cocteau, que no son los generales Millán Astray y Jacques Massu.
Mas la industria de la sensibilidad nos tiene arrasados en lágrimas que nos impiden ver el claro del bosque. Lo que hemos llorado por el perro “Excalibur” (con un académico de la Española pidiendo sacrificar en su lugar a la ministra) no lo lloramos por el oso del Monte de Piedad, sacrificado por las mismas (y los mismos).
En el país de la “piel de vaca” (en realidad es de conejo) urge, en fin, un Badiola que haga de Karanka en la crisis del ébola, y yo voto por Landete, un doctor (ágrafo, pero doctor) del Inia que va por la Red “solicitando” (!) la dimisión de Mato y Rajoy por traer el ébola a España… “sin vacuna”.
Badiola fue el veterinario encargado de la lidia mediática de las vacas locas, aquella rumba de Celia (la Villalobos, para entendernos) alrededor de un hueso de caña.
Badiola venía de León, como Zetapé, y aprovechó como pocos los quince minutos de gloria que a todos nos concedió Andy Warholl. Así supimos que estábamos ante un igualitarista de su tiempo (ese tiempo que nos trajo el país más progresista de palabra y más reaccionario de acción) y cuya sensibilidad chocaba con la tauromaquia, cultura que impide, por ejemplo, el cambio del lenguaje machista que se manifiesta, según Badiola, en nuestra manía de llamar a España “piel de toro” cuando podríamos llamarla “piel de vaca”.
–La lidia hiere mi sensibilidad –suspiraba Badiola.
Hombre, y la de Girón de Velasco, el león de Fuengirola, que consideraba a los toreros como gente indeseable:
–Los veo como a los del circo y no tomo partido por ninguno, como tampoco tomo partido por el cirquero que levanta cien kilos con un dedo.
Lo que, a pesar de su ciencia veterinaria, nunca pudo demostrar Badiola es la superioridad de su sensibilidad al lado de las de Lorca y Cocteau, que no son los generales Millán Astray y Jacques Massu.
Mas la industria de la sensibilidad nos tiene arrasados en lágrimas que nos impiden ver el claro del bosque. Lo que hemos llorado por el perro “Excalibur” (con un académico de la Española pidiendo sacrificar en su lugar a la ministra) no lo lloramos por el oso del Monte de Piedad, sacrificado por las mismas (y los mismos).
En el país de la “piel de vaca” (en realidad es de conejo) urge, en fin, un Badiola que haga de Karanka en la crisis del ébola, y yo voto por Landete, un doctor (ágrafo, pero doctor) del Inia que va por la Red “solicitando” (!) la dimisión de Mato y Rajoy por traer el ébola a España… “sin vacuna”.