lunes, 6 de octubre de 2014

A balón parado


Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Los salvajes que mariscaban en la playa encontraron una chistera que había traído el mar: se la pusieron, les entraron unas ganas locas de mandar y marcharon al poblado para hacerse coronar.
    
Los marcianos que vivaqueaban en un rastrojo de Tierra de Campos encontraron un tricornio que había arrastrado el viento: se lo pusieron y uno, el más campechano, dijo:

    –No sé para qué valdrá, pero me están entrando unas ganas de pegar h
    
El portero que tiene el Real Madrid cree que un balón parado es la mejor ocasión para cantar.

    –Tenemos ese pequeño fantasma.
    
¿Un fantasma?

    “Un fantasma es un fantasma es un fantasma”, según la fórmula de Gertrude Stein, mecenas de Hemingway, cuya barba (la de Gertrude, no la de Ernest) se parecía a la de Villiam Vecchi, el entrenador de porteros de Ancelotti, que tiene una muletilla de Tip y Coll.
    
Tip y Coll cerraban cada función con una sinsorgada simpática: “¡Y la próxima semana, hablaremos del gobierno!”

    Ancelotti ha descubierto que la manera más simpática de cerrar cada rueda de prensa es un malapropismo que parece pensado por Fernando Hierro:
    
Seguiremos trabajando el balón parado.
    
El Club Más Grande de la Historia, pendiente de un balón parado.
    
El síndrome del balón parado hace que en el Madrid cada córner sea un Pearl Harbor.

    Conocedores de ese síndrome, los contrarios sacan el córner por alto, con lo que al síndrome del balón parado se añade el síndrome del balón alto.
    
Quizás porque somos bajitos, los españoles siempre hemos asociado el colgar balones con el meter miedo.

    –¡Balones altos a Eloy! –gritaba en México Vicente Miera, ayudante de Miguel Muñoz, el día de Bélgica.

    Miera era un gran silencioso, el Azorín del fútbol, un entrenador desobedecido únicamente por Megido, el extremo del Sporting que en las segundas partes en El Molinón se cambiaba de banda porque le daba el sol. Tan silencioso era Miera que nadie le oyó nunca razonar su orden de enterrar al pequeño Eloy con balones altos, y yo lo recuerdo como una genialidad del fútbol comparable a la que recordaba con Hughes el otro día de Cruyff dejando sin marcador a Manolo Sánchez Delgado, el Manolo del Atlético.
    
¿Cuál es la especialidad de Manolo? El desmarque. ¡Pues que no le marque nadie!
    
¿Cuál era la estatura de Eloy Olaya? Uno sesenta y siete. ¡Pues balones altos a Eloy!
    
Y no dirá Ancelotti que no le damos ideas para acabar con esa lacra que son los balones parados en el córner y los balones altos en el área, a pesar de la cabeza de Ramos, aunque Ramos, el hombre, la ha de tener puesta en el córner, en el City, en la renovación y en Talavante, y a lo mejor no da para tanto.

    –Tenemos ese pequeño fantasma.
    
Hay una vieja sentencia de la Kábala que recomienda: “Mucho cuidado con fingirse fantasma, porque quien se finge fantasma acaba siéndolo”.



PATRIOTAS DE HOJALATA
  El periodismo de campanario de Polvorosa de Manganeses ha descubierto una grieta en la piña patriótica del Combinado Autonómico de Del Bosque (un “decisionista” de Salamanca que lucha contra el colesterol en Barcelona) y de Piqué, el hombre de Artur Mas en Twitter. Esa grieta se llama… Mourinho (agredido ayer en Stamford Bridge por un Wenger muy en su papel de gerente de whiskería). Mourinho se compró a Diego Costa para convertirlo en el Van Basten del Chelsea y no quiere que se lo desgasten en los bolos del Todo por la Patria de Villar. ¡Sedición! ¡Sedición! ¡Mou quiere romper España! Y exigen que Diego Costa, natural de Lagarto, Brasil, cante la jota de Sanz Ferrer, el jotero de Jaca, que todos hemos cantado en la mili y que por nada del mundo cantaría Piqué: “Quien oyendo Viva España / con un Viva no responde / si es hombre, no es español, / y si es español, no es hombre”.