Bazar chino
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Discutíamos de Yamamoto y se nos ha muerto Pertegaz, para quien Ava Gardner (en un recuerdo que nos trae Hughes) cocinó comida china en casa de los Romanones, antes de que la moda significara “la consolidación de la democracia”, como en los 80 nos vendía Gilles Lipovetsky en su truño sobre el imperio de lo efímero.
Veníamos de la contracultura, la psicodelia, el antiautoritarismo, el tercermundismo, la pedagogía libertaria, la anmtipsiquiatría, el neofeminismo, la liberación sexual, la autogestión, el consumismo, la ecología… y nos encontramos con que la democracia formal no consistía en la separación de poderes, desconocida en Europa, sino en la conjunción de los vaqueros.
Ahora se nos va la elegancia de Pertegaz y se nos viene el dragón de Yamamoto, setentero y setentón, en la camiseta del Madrid, de donde ha salido corriendo Xabi Alonso, maniquí de Emidio Tucci, cuando Ancelotti acababa de declarar cerrada a la plantilla.
–Lo de Alonso ha sido una sorpresa –ha sido su frase histórica.
¡Ah, los hechos inesperados!
En su “Historia de la incompetencia militar” cita Geoffrey Regan el episodio de Pearl Harbor como uno de esos hechos que, por inesperado, contiene más información que un hecho previsible, sólo que un hecho inesperado no se asimila con igual facilidad que uno previsible.
–Así, pues, en el caso de un estratega, la cantidad de información que cada hecho contiene no debe exceder la capacidad individual de asimilación.
Kimmel, almirante de la flota norteamericana en el Pacífico, jugaba al golf cuando, al acumularse los datos de la actividad japonesa, consultó a su oficial, MacMorris, sobre las probabilidades de un ataque sobre Honolulu. “Ninguna”, fue la respuesta.
Es decir, plantilla cerrada.
Y se pira Xabi Alonso, el portador de las llaves del calabozo, que hora quedan en manos de Casillas, Ramos y Pepe, que no serán maniquíes, pero han demostrado ser los más listos.
Así que de Lisboa casi puede decirse lo que Churchill dijo de Verdún: “En esta brillante victoria se escondía la semilla de un desengaño memorable.”
Lo de menos es asociar al culto de Cristiano el dragón asociado al culto de Confucio, aunque Alfonso Ussía preferiría entrar en el mercado chino con un toro de Domecq.
Chesterton lleva razón: un niño pequeño en la oscuridad es capaz de inventar dragones aún más feos que el de Yamamoto.
–El bebé conoce íntimamente al dragón desde que tiene imaginación. Y lo que le presta el cuento de hadas es un San Jorge para matar al dragón.
Lo más parecido a San Jorge que había en el Madrid era Xabi Alonso, y en él confiaban esos niños que son los piperos para matar a tanto dragón que anda suelto.
Cuando el radar detectó los aviones japoneses, en la mente del teniente Kermit Tyler, oficial de servicio, no cabía la posibilidad de que los “blips” de la pantalla correspondieran a otros vuelos que los de los propios bombarderos B-17, y pronunció su frase inmortal: “Bueno, no hay que preocuparse por esto.”
La camiseta rosa en los encierros de Morata
CAMACHINA
No sé de publicidad, pero lo de ir con dragones a los chinos debe de ser como lo de venir con toros a los españoles. Camacho, que es madridista y ex seleccionador de la China, asegura que los chinos pasan del fútbol como los españoles de las galletitas de la suerte. ¿Qué se puede esperar de unos tíos, chinos y españoles, que van en bicicleta? “¡Alto ahí! –saltó Camacho–. ¿En bicicleta? ¡En Mercedes! Todos los chinos quieren ir en Mercedes.” Que a lo mejor es lo que ha buscado en Alemania Xabi Alonso: poder ir en Mercedes.
No sé de publicidad, pero lo de ir con dragones a los chinos debe de ser como lo de venir con toros a los españoles. Camacho, que es madridista y ex seleccionador de la China, asegura que los chinos pasan del fútbol como los españoles de las galletitas de la suerte. ¿Qué se puede esperar de unos tíos, chinos y españoles, que van en bicicleta? “¡Alto ahí! –saltó Camacho–. ¿En bicicleta? ¡En Mercedes! Todos los chinos quieren ir en Mercedes.” Que a lo mejor es lo que ha buscado en Alemania Xabi Alonso: poder ir en Mercedes.
La camiseta azul en los encierros de Morata