La singularidad española
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Viene a la Justicia un ministro singular, pues se llama Catalá y cree, por tanto, que los catalanes son singulares y que eso hay que ponerlo en la Constitución, aunque ya los estoicos dijeran que no hay dos hierbas iguales.
Camba se comprometió a hacer de Getafe una nación por un millón de pesetas. Por los papeles con los saldos de los Pujol en los cajeros automáticos parece que la nacionalización de Cataluña va a costar algo más que la de Getafe, aunque el procedimiento sería el mismo.
Cuando los catalanes empezaron con su tabarrón vieron que el catalán estaba muy castellanizado, y para arreglarlo fundaron el “Institut d’Estudis Catalans” a fin de volver el catalán para atrás y decir, en vez de “paraula”, que suena a “palabra”, “mot”, menos popular, pero más separatista (o más singular, que diría el señor Catalá). En una palabra, los catalanes, para acentuar su singularidad, tuvieron que huir de lo popular, al contrario, por ejemplo, que los andaluces, obligados a ir en busca de lo popular, si quieren acentuar su “seña de identidad”, que diría Goytisolo.
–Si los catalanes encomendaron la misión a los eruditos –dijo entonces con finísima lógica gaditana Pemán–, nosotros la debemos encomendar a las cocineras.
¿Que los catalanes tienen su “nau” y su “generalitat”? Los andaluces tienen su “arcardía” y su “gobernaor siví” que le darían un toque muy Quintero a la Constitución del señor Catalá, para quien todos los andaluces son como su admirado académico señor Muñoz Molina, que tiene de singular su bicicleta, con lo que cualquier andaluz puede ya decirle al señor Catalá lo que Curro Fetén a un gafe que se le arrimó para tomar café en un marte y 13:
–Anda, paga, que hoy es tu santo y cumpleaños.
La mejor definición del concepto de lo “singular” del señor Catalá la dio el propio Curro Fetén a propósito de Morenito de Maracay: “Gitano ‘pasao’ de playa”.
La “sinjusticia”, ay, es la justicia singular de España.