España (y la singularidad del tío del castoreño)
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Mientras en la Onu el Rey llamaba a la cruzada contra el cambio climático, en Madrid el ministro Gallardón sucumbía a la ola progre de su propio partido.
–A progre no me gana a mí Gallardón.
En su partido, desde luego, Gallardón no gana hoy a progre ni a Torres Dulce, y no era éste el final que uno imaginaba para él.
Cuando Gallardón cambió de sitio al pobre Colón, a quien el juez Pedraz podría encausar cualquier día por las cosas de América, no retiró la suntuosa peana, y llegué a pensar que la reservaba para su propia estatua: lo veía ascender a esa peana con el porte de un sacerdote azteca en su pirámide, y una vez arriba, levantar el brazo a lo Lenin, en esa actitud como de querer parar a un taxi que sube por la Castellana.
Ya somos el país más socialdemócrata de Europa: el más progresista en lo que dice, y en lo que hace, el más reaccionario. Es natural que el radicalismo, sólo por coherente, le esté comiendo la tostada a una socialdemocracia que, para negar valores puros, afirma valores falsos.
La descripción de la socialdemocracia que tenemos la hicieron los chinos milenarios y Camba encabezó con ella su “Haciendo de República”:
–Si las designaciones son justas, el orden reina; si son equívocas, reina el desorden. El que confunde las designaciones, corrompe el lenguaje. Las cosas prohibidas sustituyen entonces a las permitidas. La inexactitud toma el lugar de la exactitud y lo falso ocupa el sitio de lo verdadero. El hombre noble escoge sus designaciones de tal modo que puedan ser empleadas sin equívoco en el discurso, y compone sus discursos de tal suerte que puedan, sin equívoco, transformarse en actos.
A Gallardón lo sustituye en el ministerio de Justicia un caballero que cree en “la singularidad” (?) de los catalanes, lo que nos convierte a los demás españoles en vulgares tontos del haba.
–Si ves a los punkis pasar, no te enamores, tonta del haba –cantaba Manolo Kabezabolo.
Todo, pues, está cumplido.