Wallis Simpson
Rosa Belmonte
En su última columna en Vogue, Suzy Menkes habla del "desastroso legado de Diana". De Gales, por supuesto. Dice que las princesas y jóvenes reinas de Europa están obsesionadas con la imagen. Culpa de ello también a los editores de moda y a los opinadores en general. Asegura (menuda novedad) que hay más cotilleo sobre la ropa, la silueta y las operaciones de nariz que sobre las iniciativas en las que han estado trabajando. No tiene que venir Menkes para decirnos que Diana supuso un ejemplo terrorífico y un antimodelo para futuras princesas. Sí, Paola de Lieja era un bombón y se vestía bien (mejor dicho, a la moda), pero no dejaba de ser una excepción. Diana de Gales fue lo que Wallis Simpson no pudo ser (un submarino troyano en la corte). Cuenta Diana Mosley en la biografía que escribió sobre su amiga Wallis que cuando la Reina Isabel invitó a Londres a los duques de Windsor para el descubrimiento de una placa que honraba a la reina Mary (que, aparte de un barco, era la madre de Eduardo), Wallis, fotografiada junto a la Familia Real, parecía una especie de otro planeta. Ella, con su ropa de París; las otras, con sus abrigos color pastel y sus floripondios.
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