Sepulcro de Alfonso VIII y Leonor Plantagenet
Las Huelgas, Burgos
Francisco Javier Gómez Izquierdo
No estoy seguro de casi nada, pero creo que me he ido haciendo monárquico por casamiento y eliminación. Mi señora es monárquica desde el bautismo y desde pequeña cogió tanta afición por las realezas que cuando los nobles europeos aparecen mezclados por la tele, es más de fiar enumerando los parentescos que los comentaristas especializados. Mi doña es monárquica a la inglesa. Sin dudarlo. Como si no serlo fuera una desgracia. Todos los veranos vamos un día a Las Huelgas, El Escorial medieval, y allí se queda plantada ante los de la Cerda y los Plantagenet como rezando un padrenuestro a sus muertos.
Voté la Constitución porque me pilló en los 18 y me pareció acto importante. En el 82 andaba de cantinero y no pude votar, imagino que a Felipe González, por parecer lo procedente a la generación, tras el tejerazo. El caso es que poco a poco, entendí que el votante era el juguete de muchos hombres malos y no todos políticos. Con los años descubrí cuánto daño pueden hacer varios periodistas unidos en sus intereses y lo fácil que es manipular a los hombres desde una Instrucción Pública creadora de catecismos -laicos, eso sí- infantiloides que impidan pensar a los ciudadanos. Tanta mala educación no puede generar más que monstruos irrespetuosos y como en los últimos años la tontuna nacional es ya epidemia, suelo decirme que no quiero lo que esos quieren. El chico joven de la coleta, un poner. Que dicen que enseña Derecho, el tío. Lo veo energuménico creyéndose Jesucristo en el Sermón de la Montaña y no es más que un iluminado suelto que como dijera Lope habla al vulgo en necio para que el vulgo entienda. ¿Y este joven qué entiende por Derecho? Confunde a los accidentales yernos de Su Majestad con la Monarquía y desde su soberana egolatría exige referéndum sin encomendarse a las preceptivas leyes.
Voté la Constitución porque me pilló en los 18 y me pareció acto importante. En el 82 andaba de cantinero y no pude votar, imagino que a Felipe González, por parecer lo procedente a la generación, tras el tejerazo. El caso es que poco a poco, entendí que el votante era el juguete de muchos hombres malos y no todos políticos. Con los años descubrí cuánto daño pueden hacer varios periodistas unidos en sus intereses y lo fácil que es manipular a los hombres desde una Instrucción Pública creadora de catecismos -laicos, eso sí- infantiloides que impidan pensar a los ciudadanos. Tanta mala educación no puede generar más que monstruos irrespetuosos y como en los últimos años la tontuna nacional es ya epidemia, suelo decirme que no quiero lo que esos quieren. El chico joven de la coleta, un poner. Que dicen que enseña Derecho, el tío. Lo veo energuménico creyéndose Jesucristo en el Sermón de la Montaña y no es más que un iluminado suelto que como dijera Lope habla al vulgo en necio para que el vulgo entienda. ¿Y este joven qué entiende por Derecho? Confunde a los accidentales yernos de Su Majestad con la Monarquía y desde su soberana egolatría exige referéndum sin encomendarse a las preceptivas leyes.
Se cree representante popular porque sale en el tele como Karmele Marchante. Se ha apuntado a cobrar de Europa no queriendo a Europa, la pela es la pela, y sin haberse sentado aún en Bruselas ya quiere mandar en España despreciando el voto de los otros por tener el suyo de mucho más valor. Cien mil del bipartidismo por uno de sus colegas. Un demócrata, se dice a sí mismo. Un demócrata que monta el Congreso en cualquier plaza y que quiere acabar con los ricos. La casta es su palabra favorita y todo su afán es que todos los españoles sin excepción cobren mucho aunque no trabajen nada.
-¿Y el dinero de dónde lo va a usted sacar?
-De los ricos. De la casta. De los explotadores.
Y la gente aplaude contenta. Los que más, los refractarios a cualquier esfuerzo físico o mental.
A esta nueva raza de profetas yo no la quiero para nada.
Si el joven de la coleta grita abajo la Monarquía, tengo la obligación de defenderla, porque el grito del joven es una insensatez y su sueño la ruina de todos nosotros. De todos los que un día votamos la Constitución. Hasta los comunistas que persiguió Franco votaron, señor Cayo Lara. Cuando votar tenía cierto sentido. Antier, más de un millón de personas votaron al profesor de Derecho, lo que da una idea de cómo está el personal, la docencia y el Derecho.