(No es Richard Gere)
Gihggia. Leyenda viva
Moacir Barbosa
Difunto dos veces
La definitiva, en la miseria
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Brasil. Mundial. Maracanazo. Posiblemente las tres palabras que mejor resumen el fútbol y que sintetizan la historia de un rey contra el que no hay regicida que valga.
Dicen que el fútbol lo inventaron los ingleses, pero todos queremos un brasileño en nuestros equipos, y si es mulato, mejor, porque aunque Pelé fue negro..., Jairzinho, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho... lucían clase, agilidad y regate amulatados como nos parece preceptivo entre brasileños. Brasileños que encandilaban, más que encandilan, en Europa a pesar de que alguno sea aceptado como futbolista simplemente por categoría de nacencia, aunque no sea negro ni mulato, y perdonen que no diga nombres, pero no hace mucho pasó unos meses en Córdoba un Messi carioca del que a pesar de su juventud y supuesta pujanza no se sabe dónde ha ido a parar.
Al futbolista brasileño se le suponen técnica y perillanía y el aficionado ha tenido siempre a la canarinha como catedral en un mundo de ermitas. Por eso el mundo quiere ver a la selección de Brasil. Porque cree que son los mejores genéticamente -”por sangre” que diría don Cayo- y aunque el entrenador Scolari apueste por la brutalidad y el derroche físico de sus jugadores, en el campo siempre habrá talento y todos esperamos su aparición.
Con los mejores futbolistas ganándose el pan en Europa, cada cuatro años Brasil se encomienda a sus héroes y les reclama lo que considera que es suyo, pues no acepta que haya otros más capaces en un arte al que considera nacional. Cuentan las crónicas que está revuelto el país y que la mitad de los ciudadanos rechazan el Mundial. No me creo a tanta gente declarando la guerra al fútbol en un país que no tiene más dios que Pelé y peor demonio que Barbosa, el portero que tuvo la desgracia de no impedir un gol “inatajable”, como diría Gihggia, su autor.
Empieza el Mundial y mientras se elimina el sobrante en la primera fase, cuatro ciudades españolas disputan su particular Copa dela Mundo: el ascenso a Primera. Como va a pasar en Brasil a partir de esta tarde, los equipos parejos juegan a no perder, a que no nos marquen, a defender muy juntos. A este tactismo incómodo -puede que también necesario- y que hace que el hincha del Murcia pegue un respingo viendo a su lateral Molinero subir la banda y abandonar a Casto, o al sportinguista gijonés echarse las manos a la cabeza desolado ante la pifia de su portero Cuéllar que puede costar la eliminatoria, ó la desesperación cordobesista tras el trigésimo gol fallado por Xisco en la temporada, ó en suma... el malditismo que puede acompañar a Las Palmas con un portero llamado Barbosa jugándose un mundial en Brasil. A este tactismo estoy encadenado.
Tengo días muy ajetreados en mis menesteres y a los preparativos del Mundial ni siquiera he podido echarlos un vistazo. En lo tocante al fútbol estoy a lo que estoy. En el cerocerismo del Córdoba.