Abc
Al final, de la crisis nos sacará el fútbol, que con la Gran Final resume la Marca España en Marca Madrid, invitándonos a repensar qué sería de España de haber llevado su capital a Lisboa en vez de dejarla en Madrid.
Cuando el 98 decía que una seña de nuestra prosperidad es el cuero, no sabía hasta qué punto daba en el clavo, y eso que Azorín no vio a Trinidad Jiménez con aquella chupa negra de anuncio de Jacks para asaltar a Manzano en el Ayuntamiento de Madrid: Aznar se asustó tanto que hizo llamar a Gallardón.
Ahora el cuero nos lleva a Portugal, y la alegría por la final se suma a la alegría por la eliminación de las tasas de basuras, de manera que lo que nos ahorremos de socaliña municipal lo destinaremos al gran botellón de Lisboa, y ya podría moverse la señora Botella un poco cerca de la Uefa (“relaxing cup of café con leche” con Platini) para cambiar la fecha del 24, San Zoilo, por la del 15, San Isidro, que en Lisboa el Real haría de Santo, y de yunta, el Atlético, ese equipo que ara, ara y ara…
Pero en Lisboa veo más una pelea como la de Tony Zale con Rocky Graziano en el Yankee Stadium, de la que George Steiner (¡Steiner!) aún recuerda cómo los compañeros de Zale en la siderurgia de White City avivaron y redujeron alternativamente la llama de los altos hornos en señal de homenaje.
–Jamás olvidaré el jubiloso resplandor amarillo blancuzco y rojo fuego (¡colores atléticos!) que se extendió sobre el lago.
En el descanso del quinto, destrozado por los puños de Graziano, y con una mano rota, Zale fue abofeteado a conciencia por sus segundos, que lo revivieron de tal modo que al iniciarse el sexto recibió a Graziano con una derecha que valía un K.O. y el título mundial de los medios.
Y veo más en Zale al Atlético.
Y, como la siderurgia madrileña es la sicalipsis, veo las barras americanas de la capital atestadas de hinchas avivando y reduciendo copas (¡el lago de Steiner!) al grito de viva Madrid que es mi pueblo.