Jorge Bustos
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Lo explica muy bien Xammar –el Camba catalán– en una de sus diamantinas crónicas berlinesas de 1935:
“Filósofo de profesión, el señor D’Ors siente por las matemáticas un gran amor no correspondido, y un día, hace ya muchos años, al pretender intercalar en una conferencia unas demostraciones algebraicas, se armó en la pizarra un lío tan espantoso que, a pesar de su glacial serenidad, hubo de abandonar la empresa y dejar aplazada la solución para la conferencia siguiente. A los pocos días, con el número ya más ensayado, se presentó de nuevo el señor D’Ors ante su auditorio y todo marchó como una seda. Los términos de las ecuaciones fueron barajados con maestría, y las incógnitas, despejadas con asombrosa facilidad. Al terminar la conferencia se le acercó un concurrente y le dijo:
–Le felicito. Hoy habrá quedado usted completamente convencido”.
“Filósofo de profesión, el señor D’Ors siente por las matemáticas un gran amor no correspondido, y un día, hace ya muchos años, al pretender intercalar en una conferencia unas demostraciones algebraicas, se armó en la pizarra un lío tan espantoso que, a pesar de su glacial serenidad, hubo de abandonar la empresa y dejar aplazada la solución para la conferencia siguiente. A los pocos días, con el número ya más ensayado, se presentó de nuevo el señor D’Ors ante su auditorio y todo marchó como una seda. Los términos de las ecuaciones fueron barajados con maestría, y las incógnitas, despejadas con asombrosa facilidad. Al terminar la conferencia se le acercó un concurrente y le dijo:
–Le felicito. Hoy habrá quedado usted completamente convencido”.
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