jueves, 10 de abril de 2014

El blues del Emeterio


Carlos Gómez Izquierdo

Si alguna vez en el autobús le escuchas que se tira un par de cuescos es porque lo mismo le da so que arre.

Cuando nació ya se lo dijo la partera a todos los que estaban papeándose las pastas y la quina Santa Catalina: "Este menda pesa  mucho, pa mí que ha nacido con el blues dentro, colegas".

Esto fue en Basconcillos del Tozo y todos le creyeron a la partera.

En párvulos tuvo un lío con la maestra; el día de su primera comuñón (*) pilló la hostia y la  metió entre dos rebanadas de pan untadas con natacha y de mozo trajo a los viejos a Burgos.

Nadie ha podido sorprenderle en actitud alegre o escuchando el ponte guapo, nadie. Si sonríe, ni se entera.

Y si alguien cree que el típico romántico, de ninguna de las maneras; por su forma de mirar se advierte que odia a las personas románticas o jevis y al acid-house.

Por lo visto, la música que escucha se le caga encima, y esto, quieras o no, le repercute en el aspecto.

Cuando llueve se moja.

Alguien ha dicho de Emeterio que cuando termina de leer un libro lo único que recuerda de él es el sentimiento que le ha producido la lectura. Que con eso ya se apaña.

Los días que tiene el desasosiego se pone irreverente y no se sabe explicar. Quiero decir que se la trae floja el que vosotros, por ejemplo, no le entendáis. Y que el blues del Emeterio tan solo es un artículo de mentiras; así que ya os estáis yendo.

Notas, que sois unos notas.
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