Cardenal Niño de Guevara
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Grandes fiestas del Greco en Toledo, con su obra por toda la ciudad a cuestas: uno sólo tuvo tiempo para la exposición en el imponente Museo de Santa Cruz y los retablos en la recoleta capilla de San José.
¿Cómo la Nación que hizo posible al Greco ha llegado a ser la Nación que hace posible al Wyoming?
Lo que apabulla al visitante del Greco es el “descubrimiento” de su modernidad.
Ahí están, además del Caballero de la Mano en el Pecho, el Cardenal Niño de Guevara, y los Santos Martín, Sebastián y Francisco, con la misma pregunta: ¿De qué color es España?
Gecé planteó la cuestión a los universitarios: del azul romano de la edad antigua al blanco monacal de la edad media; del rosa de nuestro Cuatrocientos al morado de nuestro XVI (¡morado castellano!); del XVII color de planeta muerto al XVIII verde (verde ciprés, el verde oscuro y malo de los cementerios); y así hasta el rojo y amarillo, los dos colores de la banderita española (invento catalán, como la peseta), decimonónica, democrática y pompier: “los colores del falso optimismo de nuestra Restauración”, rotos por el negro del 98.
El 98, según Azorín, viajó a Toledo para hacer con el Greco (“en quien el más refinado y moderno arte se alía al fervor más intenso en el espíritu”) el tránsito de la voluptuosidad a la espiritualidad.
–En la soledad de una capilla recóndita la balanza de la sensibilidad va inclinándose, ante el Greco, hacia el lado de la pura contemplación. Y ya, con el fervor contemplativo, nos hallamos plenamente dentro de la Historia de España.
Como me ocurrió en la capilla de San José, a cuya puerta fueron fusilados (“reinsertados”, en el lenguaje “curacaturesco” de Valderas), en fila, sus siete capellanes del 36.
Basta de color para España, gritó Gecé. Que todo el mundo, al venir a España por color, se encuentre, atónito, que moja sus dedos en luz y sombra, como si los introdujese en la boca de Dios.
Que nadie se pierda este incendio del Greco.
Capilla de San José