Barricada de la Batalla del Jarama, hoy
Igacio Ruiz Quintano
Abc
La visita pastoral de Pablito Iglesias a los gudaris de una herriko-taberna en Pamplona recuerda a las que el predicador de Deadwood hacía a las señoritas de “La Gema”, el salón de “Al” Swearengen: una francachela sin importancia, si no fuera porque Iglesias, aunque lego, es profesor (colega nada menos que de El Juli en la cátedra complutense) adscrito al Presupuesto.
Por lego, cuesta incluirlo en lo que Revel llamó “la traición de los profes”. ¿Por qué los maestros de los países democráticos odian a tal punto la sociedad liberal? ¿De dónde procede su odio a las sociedades menos bárbaras de la historia y su rabia por destruir las únicas civilizaciones que han conferido al conocimiento un papel dominante?
–¿Por qué el contribuyente del que se amamanta Pablito Iglesias no puede exigirle que subordine el compromiso a la verdad y no la verdad al compromiso?
La respuesta es la barricada.
Ayer, los jóvenes que un día engrosarán las brigadas de limpieza en la Europa rica, se fueron de barricada… por la dignidad, ya que, frente a las cuatro dignidades del buen budista, el buen marxista todo lo resume en una: no pagar.
–Carrillo, dimisión, por fascista y por cabrón –fue su bandera.
Que me corrija Tamayo, el simpático teólogo de Amusco (Palencia), pero la idea de que lo digno es no pagar triunfa desde que la Iglesia cambió el perdón de las deudas por el de las ofensas en la quinta petición del Padrenuestro.
Que me corrija Tamayo, el simpático teólogo de Amusco (Palencia), pero la idea de que lo digno es no pagar triunfa desde que la Iglesia cambió el perdón de las deudas por el de las ofensas en la quinta petición del Padrenuestro.
–Perdona nuestras deudas… ¡así como nosotros perdonamos a nuestros deudores!
Si Llamazares, que es doctor, hojea los Evangelios, a mitad del de Mateo verá la parábola del siervo despiadado al que le son perdonados diez mil talentos, pero él no está dispuesto a perdonar cien.
La Generación Mejor Preparada de la Historia sale de la barricada, no del libro. ¿Cómo iban a concebir nuestros abuelos, con su Pemán, una égloga pastoril-ideológica donde Salicio, en vez de los desdenes de Galatea, llorara la ineficiencia de la Universidad?