Scorsese
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Anasagasti es como el cura párroco del nacionalismo vasco en Madrid.
Por la cosa del qué dirán, se las echa de cura párroco postconciliar, pero ha ido al cine y le ha salido el cardenal Segura que lleva dentro.
Segura fue antifranquista (el único, en vida del general, al que hizo pasar sus peores ratos) y enemigo de la danza, contra la que escribió una pastoral de veintidós folios en que cita a un Anasagasti dieciochesco, el jesuita Pedro de Calatayud, con una definición del baile que haría persignarse a Borja Sémper:
–El baile es un círculo cuyo centro es Satanás.
Y más cosas, para que no escapen ni Don Lurio con su ballet ni Michael Jackson con su “moonwalk”: gavillas de los demonios, estragos de la inocencia, tinieblas de los varones, infamia de las doncellas, perdición de las mujeres, alegría de los demonios y tristeza de los ángeles.
Como Segura, Anasagasti es antifranquista, pero a toro pasado, y como Jordi Costa, es enemigo del cine de Scorsese, fuente, para él, de toda sicalipsis.
–No he visto película más larga y más cargada de antivalores –ha dicho de “El lobo de Wall Street”–: drogas, maltrato de género, sexo chabacanizado (?)… En definitiva una película realmente asquerosa, sin valor alguno.
Nada que ver con “Tasio”.
“El lobo” de Scorsese sólo es una "crónica financiera" de los 80 a través de la vida de un “emprendedor” de la época, Jordan Belfort, en Nueva York, que no es Donostia.
–¡Lo malo es que chavalitos de doce años disfrutaban tras de nosotros de lo lindo con estas orgías!
¿Y qué van a hacer los chavalitos, que vienen de aguantar en el colegio el relato nacionalista de las “víctimas de abusos policiales”?
Cómo sería la cosa, que a la salida, una pareja escandalizada (y no de Guardia Civil) abordó a Anasagasti para pedirle que hiciera algo contra “esta puesta en escena de tantos antivalores como nuevos valores”.
Yo probaría a encargarle a Scorsese la película de la vida de Bolinaga.