lunes, 6 de enero de 2014

Oro, incienso, mirra y carbón


La Prensa

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

    –Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, / y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.
    
Que estas cosas se despachaban en el Sepu de la poesía, donde Ruano situó los versos de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes.
    
En las noches como ésta quisiéramos, de niños, tener los zapatos del Sabio de Hortaleza, alias Zapatones, para sacarlos a la ventana y que nos los llenasen, ay, los Reyes.

    Todo eran risas en Reyes hasta que descubrimos que, en el fútbol, los Reyes son la prensa (transversalmente leída por Jarroson: “Como ya conozco el rollo de la metafísica socialdemocratiquilla, he ido al último párrafo que es donde concentran el sprint.”)
    
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. / Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
    
Oro para Cristiano, incienso para Casillas, mirra para Jesé, y el carbón, para Diego López y el pobre Coentrao, escracheado desde su llegada a Madrid y ahora reo de alta traición por jugar mejor con Portugal que con el Real (lorito real… para España, pero no para Portugal).
    
A París (siempre nos quedará París) hubo de ir Diego López, el otro pobre, para que se le oyera decir que él, “igual que Íker”, quiere jugar todos los partidos, sólo que, mientras Diego López compite en el campo, Íker Casillas compite en los medios. Es decir, la sardina y la gallina.
    
En lo que la sardina de Diego pone un millón de huevos y no se entera nadie, la gallina de Íker pone uno y lo cacarea todo el mundo, pues el casillismo carpetovetónico es un ismo que va desde Carlos Herrera (culé) contando que el Rey quiere que juegue Íker, hasta las portadas ecuestres del “Marca” (el único periódico que lee Mariano), pasando por las colas de la compra de todas las Marías de España (¡“tricoteuses” de España!), que hablan de Casillas como si fuera el bote del Cillit Bang (la suplencia se va en un bang) y que se encuentran sensibilizadas con el nacimiento de Martín Casillas Carbonero, epifanía que tiene al país en vilo (“el mundo en vilo por las represalias de Bush”, que decía el periódico global) por la boba de pan que, al decir de la superstición, ha de traer ese chiquillo bajo el brazo.

    Ni Hugo, como Hugo Boss, que decían unos, ni Bruno, como el fundador cartujo, que decían otros.
    
El chiquillo se llamará Martín (Martín llamó Cortés a su hijo con Doña Marina, la Malinche) y viene con una barra (brava) bajo el brazo: la titularidad por la Patria.

    Bien mirado, el argumento más racional de los expuestos hasta ahora para devolverle el cargo a Casillas es su paternidad.

    –Hombre, qué mejor regalo para ese chiquillo que ver a su padre de titular.
    
Y a Carletto se le pone la cara de John Larroquete en “De mal en peor”, pues carece de la verticalidad de Mourinho (la verticalidad estudiada por Madariaga en su “Retrato de un hombre de pie”) y de la audacia de Cruyff, que despidió a Zubizarreta, otro portero que a base de trienios llegó a conserje, para colocar a Busquets, el de los leotardos, y a Angoy, su yerno.

    ¿Qué necesita Carletto para conseguir el título de “maestro republicano”?



EL MAESTRO REPUBLICANO
    El “maestro republicano” (último hallazgo del evangelismo progre) es un marqués, Del Bosque, cuyo título obedece, primero, a su apoyo público al “derecho a decidir” (?) de Cataluña, algo que no ha hecho con el entrenador (Mourinho, Ancelotti) del Madrid, y luego, a que defiende que el portero del Combinado Autonómico de Xavi debe ser, pase lo que pase, Íker. Humildad, solidaridad, generosidad. Y el evangelio de la maestría republicana: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres… ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano” (Lucas, 18, 9-14).