Escribe Chamfort que la educación no tiene otro objeto que el de conformar la razón de la infancia a la razón pública. No es esto lo que creemos nosotros. Nosotros somos rousseaunianos de baratillo e intentamos preservar la razón de la infancia de la influencia de la razón pública. A este ejercicio descabellado le ponemos nombres que parecen querer decir grandes cosas, como autonomía, creatividad, constructivismo, inteligencia emocional, inteligencias múltiples, espontaneidad, pensamiento crítico... Parecen querer decir grandes cosas pero, en la práctica, sólo dicen una: nombran nuestros ejercicios de infantilización colectiva.
En Corea los alumnos después de la jornada escolar barren las clases, limpian las pizarras, tiran la basura... y los que se portan peor, limpian los váteres.
Yo creo que en realidad en España no hemos hecho ni una sola reforma educativa digna de ese nombre, es decir, que sepa exactamente lo que quiere. Lo que hemos hecho es lo que corresponde a nuestra historia: contrarreformas. En cada ley educativa es más fácil ver contra qué se legisla que a favor de qué.
En Corea los alumnos después de la jornada escolar barren las clases, limpian las pizarras, tiran la basura... y los que se portan peor, limpian los váteres.
Yo creo que en realidad en España no hemos hecho ni una sola reforma educativa digna de ese nombre, es decir, que sepa exactamente lo que quiere. Lo que hemos hecho es lo que corresponde a nuestra historia: contrarreformas. En cada ley educativa es más fácil ver contra qué se legisla que a favor de qué.