José Ramón Márquez
En los años cuarenta un oso llegó a Pembes, ayuntamiento de Camaleño. Los osos no suelen andar por ahí, ni ahora que son como stars del ecologismo, llenos de detectores, pulseras, collares, ni hace años, cuando iban a pelo. Los osos, aquí en Liébana, de siempre han andado más bien por La Culebrera, que es un fragoso bosque que se extiende desde el Deva hasta la carretera que va a San Glorio. Ahí es donde los furtivos que andaban al corzo o al cochino a veces han visto los rastros del oso, y también del urogallo.
No es normal que un oso asomase por Pembes, pero allí se plantó un oso bien grande, que llegó al caserío casi treinta años antes que la luz eléctrica. Un paisano lo vio y, muerto de miedo, se tiró de cabeza al heno quedándose allí hasta que pensó que el peligro ya había pasado. El oso siguió deambulando por entre las casas y, al parecer, ya no tuvo más encuentros con personas. Acaso algún perro ladró y salió corriendo.
En éstas los malos pasos del oso le llevaron a un corral donde tenían guardado al macho de las Tudancas. Al día siguiente el cuerpo del oso, muerto a cornadas, estaba tirado en el corral y el toro mostraba en su cuerpo los signos de la lucha.
Unos días después se supo que el oso era de unos gitanos que le tenían amaestrado y le llevaban bailando por los pueblos, y que le andaban buscando porque se les había escapado.
No es normal que un oso asomase por Pembes, pero allí se plantó un oso bien grande, que llegó al caserío casi treinta años antes que la luz eléctrica. Un paisano lo vio y, muerto de miedo, se tiró de cabeza al heno quedándose allí hasta que pensó que el peligro ya había pasado. El oso siguió deambulando por entre las casas y, al parecer, ya no tuvo más encuentros con personas. Acaso algún perro ladró y salió corriendo.
En éstas los malos pasos del oso le llevaron a un corral donde tenían guardado al macho de las Tudancas. Al día siguiente el cuerpo del oso, muerto a cornadas, estaba tirado en el corral y el toro mostraba en su cuerpo los signos de la lucha.
Unos días después se supo que el oso era de unos gitanos que le tenían amaestrado y le llevaban bailando por los pueblos, y que le andaban buscando porque se les había escapado.