Abc
Contra el Balón de Oro de Blatter, que parece que esta vez le caerá a Cristiano, Atapuerca, cuna de la humanidad con faldas de Kukuxumusu, lanza al mercado el Pie de Hueso de Del Bosque, un hombre, según Hughes, al que se podrá acusar de todo, menos de madridista.
La Bota y el Pie.
Betamax y VHS.
Apple y Microsoft.
La guerra, pues, está servida, pero algo había que dar a Messi, y a mí me parece fantástico ese pie de Atapuerca, sobre el que la feraz imaginación de Arsuaga tejerá una historia que dejará en trapicheo de peristas la del Balón de Oro a Cristiano.
Ausente Mourinho, los ratones se divierten, y aquel periodismo ratonero para el que Cristiano sólo era un chulo (menudo insulto en Madrid: ¡chulo!) corre ahora en auxilio del portugués, que ya no es… ni portugués, de lo castizo que se habría vuelto. El periódico global en español que dedicó una página a contarnos que el papá de Cristiano bebía hoy hace votos por una piñata dorada para el futbolista. Y Casillas, cuyas actitudes carecerían de importancia si no fuera el capitán, se suma a la iniciativa de pedir para su estrella un trofeo que a mí ya sólo me haría ilusión en las manos de Rafael de Paula.
A Paula le dieron en Ronda una llave de oro: la mordió, no era de oro y montó un espectáculo en el acto de entrega que acredita a un genio.
El número de Paula en Ronda (está en youtube) es el que Cristiano debería montarle a Blatter en Zúrich, aunque ya sabemos que el fútbol no es un mundillo de números, y ahí está el número de Del Bosque saliendo de cuentas en Suráfrica, aunque él tenga la disculpa de representar a Atapuerca, donde no se conocía la aritmética.
Con los números en la mano, el Madrid hizo un gol en Almería con Cristiano, y sin Cristiano, cuatro. Cuatro y uno son cinco: cinco goles sin Khedira, el futbolista al que la crítica deportiva más seria del país llama “tuercebotas”, por mourinhista, mientras explica a Carletto (y antes, a Mourinho), desde la seguridad que da el sueldo de periodista en España, quién y cómo debe jugar en el Madrid, como si yo me siento ahora con el doctor Cabanela y, desde la superioridad de mi paso por las aulas periodísticas de la Complutense de Pepe Carrillo, le indico los pasos que requiere el implante de una cadera real, o real cadera, y no me sorprendería, por cierto, que Arsuaga lanzara desde Atapuerca una réplica.
Desde la humildad que hasta Xavi me alabará, uno se limita a dar sus impresiones de lo que ve, y lo que vi en Almería fue un truño liguero, un pimpampún al pobre señor Esteban, pues aquello era al fútbol (como el Barcelona-Granada o el Atlético-Getafe) lo que las “800 balas” de Álex de la Iglesia a los “Centauros del desierto” de John Ford.
No sabría decir a qué juega este Madrid (algún día se sabrá quién mató a Kennedy y a qué juega Ancelotti), pero me quedé con el trapío imponente de Casemiro (el mediocentro del Madrid, como el toro de Madrid, ha de tener trapío) frente al “aurresku” en la era de Illarramendi, puro juanpedrismo futbolístico, cuyo único peso es su precio.
“LA ESTÁBAMOS CAGANDO”
Con la grande polvareda del Balón de Oro se nos perdió la frase lapidaria del pío capitán del Real Madrid (“llamé a Xavi porque la estábamos cagando”) queriendo decir que Mourinho trajo la guerra (“no he venido a traer paz, sino espada”, Mateo 10:34) con el Barcelona. Por su vocabulario, no parece el capitán persona de muchas lecturas, pero el capítulo que Mendoza dedicó en sus memorias a “La relaciones con el F. C. Barcelona” sólo consta de once páginas, pero muy edificantes: relata pe por pa el espíritu de tangana culé e incluye la patada en la espinilla que, dirigida a Mendoza, se llevó Polanco, que pagaba la fiesta, en el palco del Campo Nuevo.
Con la grande polvareda del Balón de Oro se nos perdió la frase lapidaria del pío capitán del Real Madrid (“llamé a Xavi porque la estábamos cagando”) queriendo decir que Mourinho trajo la guerra (“no he venido a traer paz, sino espada”, Mateo 10:34) con el Barcelona. Por su vocabulario, no parece el capitán persona de muchas lecturas, pero el capítulo que Mendoza dedicó en sus memorias a “La relaciones con el F. C. Barcelona” sólo consta de once páginas, pero muy edificantes: relata pe por pa el espíritu de tangana culé e incluye la patada en la espinilla que, dirigida a Mendoza, se llevó Polanco, que pagaba la fiesta, en el palco del Campo Nuevo.