Elementos...¿por qué les hacéis llorar?
Francisco Javier Gómez Izquierdo
Los miserables comportamientos de los barandas andaluces en el asunto de los Eres llevan al hastío y al desinterés por instalarse la sospecha en el personal de que todos los culpables se van a ir de rositas. ¡Bueno!... menos dos o tres piezas tan extravagantes en su horterez como mezquinas en su avaricia, pero no está demás saber que el saqueo de las arcas por los descuideros con chófer de la Junta al creerlas suyas, es un reflejo de los hábitos municipales ejecutados por plantillas de familiares y allegados de los concejales de progreso que nombraban a dedo o daban las preguntas días antes del examen para la oposición.
No es cosa de enredarme en prácticas que uno ha visto durante los más de veinticinco años que lleva viviendo por las Andalucías, pero el caso es que estas semanas atrás, en Córdoba, una gran cuadrilla de policías locales, nostálgica de sus benefactores comunistas, ha decidido hacer la vida imposible hasta erradicarlas a las bandas de adolescentes que van a los polígonos a ensayar las marchas de Semana Santa. Los chicos... y chicas, no van de botellón. Sobre las ocho de la noche agarran sus trompetas y trombones, sus palillos y cornetas y ensayan Los Campanilleros o la Saeta en Chinales, que es polígono al que pueden ir andando, pues los mozos no tienen edad de tener carné de conducir. Suelen acudir dos o tres tardes por semana y los guindillas, ansiosos por incomodar a los jóvenes educados, los asaltan con ordenanzas consistoriales, en las que pone que tienen que pagar 6.000 euros por hacer ruido en la calle. La joven banda del Esparraguero lloraba el pasado miércoles ante los agentes que orgullosos mostraban la papela del triunfo.
-Son 6.000 euros por molestar a la gente.
-¿Qué gente, señor, si aquí no vive nadie?
El señor agente, conocedor de que el miércoles las bandas de música se reparten por los distintos “políganos”, ordenó a sus hombres continuar la redada que tan escrupulosamente había planeado y, como no podía ser menos, alcanzó un gran éxito de multas.
En Córdoba hay un sitio que el Ayuntamiento adecentó para el Botellón. Lo llamó lugar de encuentro y doña Rosa posaba orgullosa entre manadas de niños y niñas abrazados al roncola en cubeta de plástico. La policía municipal no incomoda a éstas criaturas. A la policía municipal de Córdoba le molesta que unos muchachos vayan a misa y se emocionen mirando al Rescatao, o las Angustias, o a la Virgen de la Fe.
No sabemos como acabará el disparate, pero no me negarán que si interpretar el “Cantemos al Amor de los Amores” es perniciosa inclinación contra el progreso, sancionable con 6.000 euros, ¿por qué dicen que 30.000 euros es caro por ir a rebuznar a las puertas del Congreso?