Abc
El Madrid le ha levantado al Barça (“tora! tora! tora!) a Takuhiro Nakai, un Joselito nipón, un niño prodigio del balón, un ruiseñor del área, un samurái del cuero, y el marqués de Del Bosque ha respondido al desafío con el debut de Michu, que tiene nombre de makizushi, en el Combinado Autonómico que derrotó a Bielorrusia en Palma antes de ir a Albacete, la tierra de Iniesta, a derrotar mañana a Georgia, pues esto de clasificarse para el Mundial de Brasil viene a ser como comerse un sushi de repúblicas de la Urss.
Y si el Madrid ha podido levantarle al Barça al que apunta a Mishima del balompié es por ser el club más rico, si leemos “Forbes”, o por ser el club más pobre, si leemos el “As”, cuya ideología de progreso le lleva a exaltar la palabra déficit si se habla de Zapatero, pero a condenarla si se habla de Florentino Pérez, igual que Obama llamaba “antipatriotas” a los republicanos porque aumentaba el déficit con Bush y llama "antipatriotas" a los republicanos porque se oponen a que se dispare… con Obama.
–Nunca había vivido este periodismo de camiseta –denuncia en Barcelona el Tata (to, to, to, en japonés), en cuya casa nunca entró otro periódico que el “Times” de Londres, sábana de la equidistancia.
La equidistancia británica del Tata para los colores del fútbol es como la equidistancia de Iniesta para los colores de la política.
Cuando en “Una historia del Bronx” agarra Chazz Palminteri, que es el gánster de la esquina, a Calogero, el hijo del autobusero, y le enseña a ver que no vale la pena de sufrir por su ídolo del béisbol, pues después de todo no le paga el alquiler de su casa, lo que hace es extraerle su alma pequeñita de pipero para ponerlo a caminar por la vida hecho un adulto.
Quiero decir que la patria de un futbolista profesional es su ficha, su prima, su dieta…, y conviene decirlo porque se acerca un Mundial y surgirá el piperío de patriotismo de hojalata identificando a la patria a los goles tiquitacos de “la Roja”, sin caer en la cuenta de que, si se dice “la Roja”, es precisamente para no decir el nombre tan políticamente incorrecto de patria.
Iniesta, que es de Albacete, dijo un día que él se sentía catalán (juega en el Barça) y también (¡también!) español (juega en el Combinado Autonómico), pero cuando el 12 de octubre unos vecinos de Barcelona invitaron a quienes se sintieran como Iniesta (catalanes y “también” españoles) a decirlo públicamente, Iniesta desautorizó “el uso político” de sus frases de camiseta.
Resumiendo: si el director de “la Roja” dice, en una interpretación tiquitaquera de la Constitución, que el pueblo catalán tiene derecho a decidir su independencia; si el cerebro de “la Roja” dice que el señor Mas “lo está haciendo muy bien”; y si el héroe de “la Roja” dice, siendo de Albacete, que se siente catalán y “también” español, pero que no se diga por ahí, yo seré de “la Roja” si me peta, como podría ser de “la chica que baila al fondo de la barra”, sin que con la mili hecha y los impuestos pagados pueda afear ningún pipero mi patriotismo constitucional.
ZZ Y EL BALÓN DE ORO
Hace un año, el capitán del Real Madrid votaba a Sergio Ramos para la piñata del Balón de Oro, en detrimento de su compañero Cristiano, buque insignia del club y condenado a chapotear en los charcos publicitarios de Messi, el Oliver Twist del fútbol, y hay que tener en cuenta que el Balón de Oro se juega en Navidad, con el sentimentalismo en la cresta de la ola. Este año, el segundo entrenador del Real Madrid admite que votaría a Ribèry, por tricampeón de cosas, aunque hay un futbolista, que debe de ser Cristiano, que ha metido muchos goles. Moraleja: el “señorío” ciega a los dioses que quiere perder.