Safe and courteous
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En América, todos los camioneros llevan a la espalda un cartel (“Safe and courteous”) y un número de teléfono que les impide mandrilear impunemente en la carretera.
¿Qué es una bicicleta al lado de un camión?
La libertad, como ya suponía Gecé en su canto ciclofascista a “la visión suculenta y pagana, excitante y nutritiva como ninguna” de las muchachas (alemanas) ciclistas, es hoy la bicicleta, un vehículo sin cartel de “safe and courteous”, sin teléfono, sin matrícula, sin seguro obligatorio y sin impuesto de circulación (en suma: sin responsabilidad, el Drácula de nuestro tiempo) rodando por donde le pete al pedaleador.
–Apenas somos conscientes de cuán profunda es la conexión entre gasolina y libertad –tiene dicho el filósofo alemán Peter Sloterdijk.
Una broma, comparada con la conexión entre libertad y bicicleta.
Para los griegos, libertad era emplear la fuerza muscular únicamente en acciones libres (paseíto por el ágora o un poco de Pilates en el gym), nunca en esfuerzos esclavos.
Para los teólogos medievales, libre sólo se era pudiendo optar por el mal.
Y para los nietzscheanos, que, como se sabe, no se tienen por hombres, sino por dinamita, su libertad es la de explosión, o libertad de gastar la energía. El gasto libera: con él, uno desea ir contra el papel de esclavo y acceder a la posición del señor.
¡Si hubiéramos sabido que el “homo democraticus” prometido por Tocqueville era un señor en bicicleta!
Hannes Stein, periodista judeoalemán, sostiene que el verdadero “homo democraticus” no viene de Grecia, ni de la teología medieval ni de la voluntad de poder nietzscheana, sino del Sinaí, cuando Moisés recibe, entre rayos y truenos, las tablas de la ley.
El gallardonismo municipal, que veía el mundo como Bahamontes (desde lo alto del sillín), vulgarizó en Madrid aquella inteligente metáfora, haciendo de Moisés un “hipster” de quinta, y del Sinaí, una subida en bicicleta a la Puerta de Alcalá.
En América, todos los camioneros llevan a la espalda un cartel (“Safe and courteous”) y un número de teléfono que les impide mandrilear impunemente en la carretera.
¿Qué es una bicicleta al lado de un camión?
La libertad, como ya suponía Gecé en su canto ciclofascista a “la visión suculenta y pagana, excitante y nutritiva como ninguna” de las muchachas (alemanas) ciclistas, es hoy la bicicleta, un vehículo sin cartel de “safe and courteous”, sin teléfono, sin matrícula, sin seguro obligatorio y sin impuesto de circulación (en suma: sin responsabilidad, el Drácula de nuestro tiempo) rodando por donde le pete al pedaleador.
–Apenas somos conscientes de cuán profunda es la conexión entre gasolina y libertad –tiene dicho el filósofo alemán Peter Sloterdijk.
Una broma, comparada con la conexión entre libertad y bicicleta.
Para los griegos, libertad era emplear la fuerza muscular únicamente en acciones libres (paseíto por el ágora o un poco de Pilates en el gym), nunca en esfuerzos esclavos.
Para los teólogos medievales, libre sólo se era pudiendo optar por el mal.
Y para los nietzscheanos, que, como se sabe, no se tienen por hombres, sino por dinamita, su libertad es la de explosión, o libertad de gastar la energía. El gasto libera: con él, uno desea ir contra el papel de esclavo y acceder a la posición del señor.
¡Si hubiéramos sabido que el “homo democraticus” prometido por Tocqueville era un señor en bicicleta!
Hannes Stein, periodista judeoalemán, sostiene que el verdadero “homo democraticus” no viene de Grecia, ni de la teología medieval ni de la voluntad de poder nietzscheana, sino del Sinaí, cuando Moisés recibe, entre rayos y truenos, las tablas de la ley.
El gallardonismo municipal, que veía el mundo como Bahamontes (desde lo alto del sillín), vulgarizó en Madrid aquella inteligente metáfora, haciendo de Moisés un “hipster” de quinta, y del Sinaí, una subida en bicicleta a la Puerta de Alcalá.