Guardia mora
Todos catalanes
Hughes
Abc
La cadena humana del independentismo catalán culminó a las 17:14 su continuidad de monigotes de papiroflexia que unieran Francia con Castellón a modo de enorme inocentada. A mí esto me ha recordado el Dame la manita, Pepelui de Tip y Coll (dona´m la maneta, Josep Lluís!). Un enorme dame la manita, Pepelui extendiéndose por cuatrocientos kilómetros de territorio. De hecho, es una performance que tiene el interés de extender lo humano por lo territorial, ocupándolo todo. La manifestación clásica era demasiado poca cosa. Demasiado simbólica. Ahora, los manifestantes han ocupado el territorio a lo largo. El próximo reto será hacerlo a lo ancho. Y luego pueden ir haciendo figuras visibles desde el cielo. Los castellers ya verticalizan el elemento catalán, creciendo hasta el cielo, rozando el cielo con la barretina. Lo de hoy ha sido, bien visto, un desplegarse de castellers que se iban poniendo en fila. Y no lo digo gratuitamente. En la emisión de TV3, tras deshacerse la cadena humana sólo aparecían castellers improvisando castells, una sucesión enorme de castells. Lo más asombroso ha sido una imagen aérea (el helicóptero de la TV3 y el helicóptero de Intereconomía, que igual era un drón) en la que unos individuos caminaban por la Nacional II y de repente se reunían y bailaban una sardana, ¡una improvisada sardana en la Nacional II! La cadena, desde el minuto después de dejar de ser cadena, se ha convertido en centenares de sardanas y castells folclorizándolo todo. La cadena humana era una sucesión espeluznante de castells y de sardanas que se han puesto de acuerdo para extenderse y hacerse fila de a uno (disciplina primera del folclórico). Pero es que Cataluña se ha especializado en bordar la expresión sentimental colectiva. Lo demuestran los tifos en el Nou Camp o estas maravillosas performances de anhelo político hecho figura. El sentimiento nacionalista no alcanza aún forma política, claro, pero alcanza al menos una forma. Se hace materia, enorme sucesión de sardanas entretejidas hasta el final, el delirante 17:14 de la sardana total fronteriza. Al terminar, todos los participantes manifestaban (remanifestaban) su felicidad y emoción. Y eso es innegable: como demostración sentimental es fastuosa, maravillosa. Y supone el primer paso hacia la gigantización del elemento menor de la sardana. Entrañables y a la vez un poco sobrecogedoras resultaban las imágenes en las que un coro de hombres negros, casi seguro que africanos, cantaban el petit país de Lluís Llach. Pocas cosas se me ocurren más definitivas y más extrañas que un coro negro cantando por Luís Llach. Porque en estos actos, la verdad, siempre acaba cantando alguien por Lluís Llach. Es más, un elemento performativo podría ser cantar su música de todas las maneras posibles. Raps, sinfonismos, música de castañuelas, pero todo Llach. O incluso algo que también es un reto posible: un 17:14 que fuera un unísono Lluís Llach. A la Cataluña independiente, sin embargo, le falta el elemento individual. Para internacionalizar su causa de un modo definitivo sería necesario el líder: Oriol X, Jordhi, o Martí Luter i Pi. Eso le viene faltando, pero mientras tanto, van fent país con estas cosas. Este dame la manita, Pepelui, que digan lo que digan, que no lo dirán, les habrá dejado una sensación algo desagradable de manos sudorosas. Porque el nacionalismo tiene esas inevitables faltas de higiene: estar un buen rato dándole la mano a un extraño, fundiendo impúdicamente su sudor y tu sudor en un largo y algo indecoroso apretón de manos.