Pedro Muñoz Seca
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El rumor de que el nacionalismo gallego se suma a la movida soberanista nos pone a todos los madrileños (uno es madrileño de Burgos) en la senda constitucional del café con leche.
–Yo he visto a una tía mojar morcilla en el café con leche –me decía este verano un camarero del Landa–. ¡Era madrileña! (Y al rato) ¿Es usted madrileño? No, si digo yo que en Madrid habrá de todo. ¡Como en Barcelona!
Don Pedro Muñoz Seca desayuna en el “Levante” café con leche y tostada, mientras lee el ABC. Al irse, una mujer le pide limosna; él le da la tostada y el ABC, para su reventa. Un día, la mujer desaparece. Llegan dos mujeres, que dicen que la otra ha muerto y que ha hecho testamento. “¿Tenía fortuna?”, pregunta él. “No, señor; pero a ésta le deja el ABC y a mí la tostada”.
El fundamento científico de la democracia es la envidia, y en un país de envidiosos como España lo natural es que si uno pide autonomía, la pidan todos (el “café para todos” de Clavero Arévalo), y que si uno pide soberanía, la pidan todos (“café con leche” para todos), como pedirán la anexión una vez que, todos soberanos, la pida uno.
Nos vamos a himplar de café con leche, pero los cursis que en nombre de la modernidad afean el café con leche de la Botella son como los pedagogos krausistas que pretendían iniciarnos en el descubrimiento de España vistos por Víctor de la Serna:
–Aquellos caballeros esterilizados al autoclave, a cambio de no dejarnos echar corrusquitos de pan candeal en el café con leche, sembraron de congojas nuestra alma inocente de españoles.
El alma de Barrilaro, empresario del Puerto, que al despertar de la siesta clamaba al camarero: “Rápido, que empieza la corrida, póngame un bol doble de café con leche, una rebaná con aceite, dos curasanes abiertos con mantequilla y una botellita de agua.” Y volviéndose hacia Pepín Cabrales, que lo miraba con espanto:
–Mira, Cabrales, siempre que me despierto, yo desayuno.