La mina
José Ramón Márquez
El domingo en Salt Lake City tiene sus cosas. Las familias en los autos se dirigen a las iglesias, los padres van vestidos con traje y camisa blanca, las madres con decentísimos vestidos; los niños pulcramente ataviados de domingo portan maletines en los que atesoran su Biblia y sus libros de cantos y caminan ordenadamente delante de sus padres hacia el templo. Los aparcamientos de las iglesias están más llenos que el de El Corte Inglés el día que empiezan las rebajas; los comercios no abren sus puertas hasta después de los oficios, que es la forma en que JC Penney, Wall Mart o Macy's cumplen el precepto dominical, domingo mormón.
Saliendo de la ciudad nos acercamos a la mayor mina de cobre del mundo, la Bingham Canyon, la mayor excavación que ha hecho el hombre, visible desde el espacio, que está a la vera de Salt Lake City, pero el Centro de Visitantes está cerrado y no parece que lo vayan a reabrir pronto, se conoce que la visión de esta imponente explotación a cielo abierto soliviantaba al manso ecologista y sus propietarios, el Río Tinto Group, optaron por no mostrarla y quien quiera verla se tiene que ir a la Estación Espacial. Marea pensar en las miles de toneladas de cobre que salen anualmente de esa explotación con destino a todo el mundo y enternece saber que algunas ínfimas partes de esa producción sirven para esos nuevos mineros urbanos que se dedican a extraer el cobre de las conducciones eléctricas de las autopistas o del tendido del ferrocarril.
Y del cobre, al carbón, que vamos camino de Price, nombre de circo en Madrid y nombre de la capital de Carbon County, donde se produce carbón, como su nombre indica. La ciudad acaba de cumplir como quien dice sus primeros cien años de vida. En medio del desierto están las minas y también las minas abandonadas, algunas visitables, y las casuchas de los viejos mineros; también hay restos de dinosaurios, pero la verdad es que llevamos dos días que da la impresión de que donde pegues una patada sale un fósil.
De Price hasta Green River hay una tirada por paisajes desolados, un auténtico desierto con rala vegetación en el que, de vez en cuando, te cruzas con el ferrocarril del Union Pacific y donde debe haber unas serpientes venenosísimas, de ésas que se meten dentro de la bota de los vaqueros despistados. Se llega a Green River, a la que llaman la capital de la sandía; el agua del río Green, antiguo Spanish River, el mayor afluente del Colorado, sirve para irrigar una buena tirada de campos robados al desierto, pero es tal la pobreza de la tierra que ni el vigoroso cauce del río contiene apenas vegetación o arbolado.
Después la carretera se mete en la Falla Moab, unos imponentes acantilados bermejos, que son el anticipo del Parque Nacional de Los Arcos (Arches National Park) que es, para entendernos, el sitio donde el Coyote perseguía sin éxito al Correcaminos, por más instrumentos marca Acme que se comprase. Aquí se encuentran todos los elementos que servían para las tretas del Coyote: piedras invesosímilmente suspendidas, pasarelas imposibles, barrancos pavorosos, torres de piedra...
Luego, salimos hacia Moab. A uno lo de Moab sólo le sonaba del Call of Duty Modern Warfare III, el acrónimo de "Mother Of All Bombs", el premio por racha de puntos cuando consigues 24 bajas seguidas de tus oponentes, pero resulta que Moab es, además, una ciudad a la que se llega atravesando un puente sobre el río Colorado en la que se ofrecen al visitante mil tentaciones para explorar los alrededores de mil maneras distintas, desde la Hummer Adventure, Raft the Colorado River o el Canyoneering, hasta alquiler de Jeep, bicicletas, kayaks o canoas.
Moab es también, en la carta de Miguel's Baja Grill, el acrónimo de Mother of All Burritos, y ahí nos vamos.
De Huelva a Utah
Taj Mahal en Spanish Fork
Construcción de calidá
Recta
Italia en Arches
Correcaminos
Miguel's en Moab
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Who killed Bambi?
(Del viaje a SLC)